jueves, 29 de abril de 2010

Tabuyanos como hormigas laboriosas

(La cara de felicidad de los tabuyanos después de una jornada de trabajo es el tema de hoy. Aquí, Victorina y Antonio como muestra. Muchos otros podrían ilustrar este capítulo, pero cuando salgo con la cámara a ver a quién pillo a mano para sacar fotos, nunca sé a quién voy a encontrar. Daba gusto ayer charlar con ellos al atardecer. Cansados pero felices, sin una mala queja, como ha de ser. Ah, y llevan, cómo no, el "traje típico de tabuyo", o sea, el mono de trabajo y la bata de trabajo (curiosamente, casi siempre azules). Que no falten...)

Después de las lluvias salió el sol, llegó el calor y los tabuyanos, que estaban esperando el buen tiempo, salen de sus casas como hormigas que se lanzan a la tierra para hurgar en ella. Las huertas, gran tema, aquí. Todas las familias tienen huerta, pero es que a estas gentes la pasión por cultivar la tierra se les adivina, la irradian.

Nunca he visto un tabuyano con cara de mal humor o pocos amigos mientras acude, herramientas en mano o subido en el tractor, a trabajar. Todos parecen contentos como si fueran a una fiesta, te saludan con gran sonrisa, orgullosos de su esfuerzo, de estar ocupados. Cuando llegas de fuera te llama la atención la alegría con la que afrontan lo que, en otros lugares, es un trabajo duro que se hace un poco a desgana. He visto caras agrias en otros campesinos. Incluso acostumbraba a oir cómo éstos renegaban del trabajo en el campo, cómo se quejaban absolutamente de todo lo relacionado con esas labores. Y si disfrutaban, se lo callaban. Yo tenía una frase grabada: “El campo es lo más desagradecido que hay” Se te quedaba la impresión de que cultivar era una especie de ejercicio masoquista, para sufridores o para esclavos que no tienen otro remedio.

¡Qué diferencia con el agradecimiento que se vive aquí por lo que da la tierra! ¡Cuántas veces no he oído decir a algún paisano que la tierra, si la mimas, te da de todo y no te falta de nada! La frase que aquí se me ha grabado es otra: “Esto (=cultivar una huerta, comer tus propios frutos) es lo más bonito que hay”. Incluso un paisano, en un arranque de insólita inspiración poética, nos decía que la tierra era como un cuerpo al que había que cuidar. ¡Cuánto sentimiento y cariño encierra esa frase!
(Unos arando con máquinas o tractores, otros cavando a mano, pero el caso es trabajar)

Y no es que los tabuyanos no se den cuenta de que trabajar el campo, hoy en día, prácticamente no da dinero y sigue siendo una labor dura e incierta, sin seguridad. Es que esto les parece secundario. Cultivan sobretodo por el gusto de cuidar la tierra y de poder comer sus propios productos.
(Aquí, tabuyanos en comitiva, sembrando patatas en grupo. Uno va delante arando, los demás detrás sembrando. Las mismas hileras se ven cuando, meses más tarde, toca recogerlas. ¡Que salga una buena cosecha!)

¡Qué satisfacción, poder llenar el arcón congelador de verduras cultivadas por uno mismo para todo el año! ¡Cuántas veces no me han dicho algunas personas, dobladas mientras cavan la tierra, que estar ahí es algo que les encanta, que son felices haciéndolo! ¡Con qué orgullo muestran tantas personas los preciosos (y grandes) frutos de su huerta! ¡Con qué ilusión en la cara ves a los paisanos subiendo al autobús que los llevará al mercado de Astorga, para comprar plantel, semillas o lo que haga falta! ¡Y qué deprisa acuden al campo a ayudarse unos a otros si hace falta, para sembrar patatas por ejemplo, o para recogerlas! Estos días todo alrededor de Tabuyo rebulle de actividad. Todo el mundo cava, ara, siembra…Pero el ambiente, más festivo no puede ser.
(Tractor al atardercer. Las montañas milenarias al fondo, tan desgastadas, las más antiguas de España según algunos estudios, contrastan con la modernidad de los medios. Hace mil años el entorno natural debía ser muy parecido al de hoy, pero el campo se trabajaba de otra manera. Eso es lo único que de momento, ha cambiado por aquí...Esperemos que tal paisaje se mantenga, sería señal de que está bien cuidado y de que este pueblo tiene futuro. Pues sin bosque, sin monte próspero, ¿qué esperanza de vida quedaría?)

Se diría que para el tabuyano “típico” (si es que tal cosa existe), lo de ir a la huerta es casi, casi, imprescindible. La vida sería muy aburrida, estaría vacía sin ese aliciente. ¡Y eso que hay quien apenas tiene tiempo libre, porque su otro trabajo ya lo mantiene bien ocupado! Pero están esperando la ocasión de ir a la huerta. Vigilan el tiempo, se saben todos los partes metereológicos, y se observan unos a otros lo que cultivan. No sólo para comparar, sino porque literalmente disfrutan viendo crecer las cosas. Pasan por una huerta ajena, y miran a ver cómo le va, qué ha plantado, cómo le crecen las lechugas o los tomates, o… Si algo lo ven mal, lo comentan, y si algo lo ven bien, lo elogian. Realmente hay un gozo escondido ahí, no es exactamente lo que uno podría interpretar (superficialmente) como afán de comparar, o incluso envidias. La verdad es que aquí se vive con verdadera vocación lo de cultivar las huertas, y esta pasión, como en el fútbol, hace que también guste mirar lo que hacen otros.
(Y quien no cava, por lo menos vigila que los surcos salgan derechos y el tractor no se deje ni un rincón sin arar...Mirar también ayuda, a veces)

El día que en Tabuyo se abandonen todas las huertas no será lo mismo. No sé si llegará a suceder tal cosa, veremos. Lo cierto es que cultivar, verdaderamente cuesta esfuerzo, mucho sudor y callos. Las nuevas generaciones no suelen salir acostumbradas al trabajo físico duro, sino que sólo se acostumbran al trabajo mental. Los niños pequeñitos de hoy, a los que se quiere educar cada vez más estando sentados en el ordenador ¿Descubrirán algún día el placer de cultivar la huerta? ¿O deberán hacerlo por obligación, si las cosas llegan a cambiar tanto que otra vez se hace necesario volver a la tierra? ¿Cómo serán las cosas en el futuro, ahora que la vida parece estar cambiando tanto, y a tanta velocidad? No lo sé, pero desde aquí doy testimonio de la alegría y el cariño con el que estas gentes cuidan la tierra, porque me parece digno de ser dicho…y recordado.

viernes, 23 de abril de 2010

En Abril, aguas mil y...

(Estos días, atardeceres espectaculares hay muchos, ya que las nubes en el Teleno crean juegos de luces deslumbrantes, como de fuego en el cielo...)

Pues este año el refrán se cumple sobradamente, porque ¡es que no para de llover! Casi, casi, demasiado. A ratos sale el sol, pero dura poco. Eso sí, está todo exhuberante, verdísimo, y empiezan a salir flores por todas partes que ni que fueran sembradas adrede, oye. Hoy, admirada sin ir más lejos el césped de Casa del Herrero, repleto de flores amarillas (diente de león) EStaba aquello más bonito que si las hubieran plantado jardineros, porque hubieran dejado todo alrededor de tierra revuelta y así, no. Todo verde y amarilo, un primor.

Y hoy aprendí otro refrán mientras hacía cola en la tienda (la furgoneta) de César: "Cuando truena la mercolina, aún dura siete días" O sea, que si hay tormenta en miércoles, aún va a estar lloviendo siete días más. Nunca había oído semejante cosa, pero quien me lo dijo aseguró que ese refrán antes se repetía aquí, y que al parecer se cumplía. A lo mejor es algo sólo de Tabuyo...sea como sea de momento van 3 días, a ver si sigue así o de repente cambiará a soleado.

Pero no me quiero quejar, que igual la temporada de setas sale buena. Algunos dicen que ya está lloviendo demasiado. Otros se callan, reservándose su opinión. Y otros se ilusionan, porque hasta última hora nunca se sabe...

(Las senderinas, de nombre científico marasmius oreades, son de las primeras setas comestibles en aparecer después de las lluvias de otoño y de primavera. Helas aquí)

Y yo, que soy una simple y de momento ni me atrevo a pensar en los valorados y perseguidos boletus, hoy soy feliz con las humildes senderinas que encontré. Empiezan a salir tímidamente, asomando entre las hierbas...No me he resistido y he cogido las que ví. No me dan para una gran y redonda tortilla, pero sí para una tortillita francesa. Pero oye, ya me está bien, lo tomaremos como un aperitivo feliz.

¿Saldrán más setas o no? Señoras y señores, hagan sus apuestas, porque ya no falta mucho para salir de dudas. Mientras tanto, demos gracias a Dios por tanta agua que suple las carencias de la sequía del año pasado pero, también, por pedir que no quede: "Bueno, Dios, estaría bien además disfrutar con unas cuantas setas. Lo digo por si quieres saberlo, vamos, que me haría una ilusión...O mejor dicho: NOS haría una ilusión..."

Pues eso, hasta más ver.
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lunes, 12 de abril de 2010

Con Marta, en el Bar "La Peña" (en Priaranza)


Tengo el placer de presentar aquí, hoy, al Bar "La Peña" de Priaranza de la Valduerna o, como lo llamamos familiarmente en casa, "el bar de Marta". Y es que en esto de los bares de pueblo parece que el nombre oficial importa poco, lo que cuanta es quién está al frente del negocio, dando cara y si es necesario hasta conversación al público durante todo el día. ¡Que no es poco!

Marta tuvo el valor de dejar León ciudad - por amor, ¡ah, el amor!- hace cosa de un año, y en este tiempo ya vio claro que, como las posibilidades de encontrar trabajo eran pocas, lo mejor era alquilar y ponerse al frente de este bar. Le admiro la iniciativa, porque (por experiencia) sé que cualquier trabajo de hostelería es muy cansado. Y un bar, por su horario y su constante trasiego de gente diferente que reclama cada una una atención diferente y personalizada, es de lo más "esclavo" que hay. No es común, por otro lado, que gente tan joven se atreva con tanto. Hoy en día, al menos, no. Puedo dar fe de que las nuevas generaciones tardan mucho en emprender iniciativas en las que estén como responsables al frente de un negocio. Tal vez porque hoy en día no aprieta tanto la necesidad como hace 30 ó 40 años (cuando los jóvenes tenían que espabilar y arriesgaban lo poco que tenían para sacar un dinero de donde fuera), tal vez porque hoy las exigencias de papeleo y permisos son mayores que entonces, tal vez porque nos han inculcado tanto a los de ahora que "primero hay que estudiar" que al final literalmente estudiamos demasiado las cosas. Tanto, que nos damos cuenta de lo que implica responsabilizarse de un negocio y, o te echas para atrás, o lo dejas para "algún día, a lo mejor, si todo me va bien". O tal vez se junten todas estas razones. Sea como sea, lo que digo: no abundan los emprendedores a ciertas edades. Lo más que encuentras es gente que "se quiera colocar" donde manden otros, que no es lo mismo.

Pero hay excepciones, ya ves. Ahí está Marta, que aunque el bar no sea suyo de propiedad, no le quita coraje al asunto. Ella pone el callo y todo su entusiasmo y amabilidad durante más de 10 horas diarias (el horario es de 10 de la mañana hasta pasada la medianoche). Yo deseo que le vaya bien en su experiencia, y que el aprendizaje normal que va a vivir ahí, con sus consabidos conflictos (pues todo aprendizaje conlleva alguna dificultad) no esté exento de muchas alegrías y satisfacciones.
(En la foto de arriba, el bar por la mañana temprano, con un ciber-usuario madrugador...)

Dice Marta que lo más duro es el horario (aunque se resiste de momento a cerrar a horas más tempranas), pero que por lo demás está encantada. Tanto, que le gustaría seguir ahí durante los 3 años de duración del contrato de alquiler que ha firmado, e incluso...bueno, me confiesa ilusionada que si además le vendieran finalmente el bar con la vivienda que tiene encima...entonces tal vez podría hacer algo más, alojar gente y esas cosas. Cuando le pido que, desde su posición de "joven emigrada de ciudad al campo", diga algo a los jóvenes urbanitas, me contesta, muy segura de lo que dice: "A la gente joven sólo les interesa salir de marcha, que haya fiesta. Entonces, en los pueblos es más difícil, porque hay que coger el coche y salir, pero por todo lo demás no hay comparación entre vivir aquí y en la ciudad. ¡Como el pueblo no hay nada!"

Pues dicho queda. Por mi parte, digo que ojalá sus sueños se cumplan, y para bien de todos. Desde aquí le manifiesto todo mi apoyo, y le dedico esta entrada no sólo porque "toca" (para pone4rla en la sección "Dónde tomar algo") sino porque me satisface hacerle propaganda, hale.

Ah...¡y el bar tiene wi fi!¿Alguien da más?...
Desde Tabuyo, saludos primaverales y hasta la próxima ;-)
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sábado, 3 de abril de 2010

San Poleo :-)

(Poleo florido, tal como crece en uno de nuestros regueros)

Hace un par de semanas pasada tuve yo un día malo, con dolores de intestino, náuseas y demás. Si era un virus o simplemente algo que me sentó mal, no lo sé, pero el caso es que se me pasó pronto, afortunadamente. O el virus era flojo, o comí poco de lo malo. Sea como sea, mejor para mí.

Pero el caso es que me acordé entonces de San Poleo Bendito, como yo le llamo a esa maravillosa hierba que por aquí crece tanto. De San Poleo me acuerdo como los campesinos de Santa Bárbara, sólo cuando truena. O sea, que saco la hierba del tarro de cristal donde la guardo sólo cuando me encuentro fatal. Gracias a Dios San Poleo me ayudó una vez más. Se me alivió el mareo y gracias a irlo bebiendo a sorbitos toda la noche (eso sí, mezclado con azúcar moreno para meterme un poco de glucosa en el cuerpo) no me quedé deshidratada ni más floja de la cuenta. Entonces decidí hablar del poleo en el blog, porque, siendo una hierba tan común en estos prados, aún no he visto a nadie cogerla. Y aunque sé que en esto de las hierbas no todas sientan igual de bien a todos, puede que haya más personas a las que les ayude el poleo cuando andan mal de la tripa, como a mí, o simplemente para ayudar a terminar una digestión pesada.

El poleo, aunque es de la familia de la menta, es diferente de la menta hortelana y de la menta piperita, las más conocidas. Hay que aprender a distinguirlo, pero una vez que has cogido sus ramitas floridas (salen desde agosto hasta octubre) y has olido su penetrante aroma, ya no se te olvida. Es un olor, el del poleo, casi demasiado intenso para algunas personas. A mí me encanta, y creo que es precisamente ese olor el que me despeja rápidamente cuando me encuentro mal. Sólo de poner a cocer el puñado de flores secas y de ir notando cómo toda la cocina se llena de olor a poleo, ya parece que me voy reanimando.

Crece junto a los regueros y en zonas de prados donde ha habido agua encharcada. Conviene cortarlo con tijeras porque, si se tira de él a lo bruto, fácilmente se pueden arrancar las raíces y esto puede acabar con la planta. Si se corta con cuidado, la planta sigue viva y puede dar mas flores. Se cogen las ramitas floridas y se dejan secar. Luego, se ponen en agua y se dejan hervir un par de minutos. En teoría bastaría con hacer una infusión, pero yo recomiendo hervirlas porque, al ser plantas silvestres que a veces están sucias de polvo o tierra, es mejor asegurarse de matar las posibles bacterias peligrosas que lleven encima. Hay personas que no tienen en cuenta esto y, en lugar de curarse con plantas medicinales silvestres, se desarreglan, porque se acaban bebiendo hasta parásitos que dejó allí cualquier animal. Es mejor ser cuidadoso y dejar las infusiones para plantas que uno esté seguro que no llevan nada de tierra encima, y que no han crecido a ras de suelo, expuestas a que las manosee o roce cualquier bicho.

Los libros sobre plantas medicinales le reconocen sobretodo dos virtudes al poleo: ayuda a hacer la digestión y alivia los cólicos. Pero cuando estuve embarazada me enteré, navegando por internet, de que unos estudios químicos recientes la “acusan” de poder intoxicar el hígado. También dicen que puede causar contracciones uterinas, con lo cual está contraindicada para las embarazadas. En cambio, sí se recomienda para después del parto, para expulsar los restos y recolocar la cosa. Yo pensaba tirar de poleo para curarme de los mareos del embarazo, pero al leer esto, claro, me entró miedo y lo dejé estar. San Poleo, te quedas para otra ocasión, por si acaso es verdad eso de que puedes ser tóxico, etc. Eso sí, un año después del parto me lo he vuelto a tomar, y me ha sentado tan bien como siempre. Me pregunto si eso de que puede intoxicar el hígado no será una exageración. Tal vez sucedería si uno se bebe un poleo cada día…pero uno de vez en cuando…no sé yo…

Con la duda sigo, pero San Poleo sigue también en mi estantería de hierbas, y recurro a él cuando me hace falta. Da fe de mi agradecimiento a sus virtudes esta entrada que le dedico hoy. Que viva por muchos años en nuestros prados, y que más gente aprenda a respetarlo, quererlo y aprovechar sus beneficios.

Y ya está por hoy…