lunes, 19 de diciembre de 2016

Lo que me enseñó la leña (Agradecimiento de fin de año)



Se termina diciembre y parece que todo empuja a hacer una revisión del año que termina. Y a mí me está pasando que, cuando miro hacia atrás, descubro que estoy muy contenta y agradecida por haber aprendido algo importante, sobretodo desde el verano hasta ahora. Voy a ver si lo puedo expresar.

Todo tiene que ver con la leña. Va a sonar a tontería, como quien descubre la rueda otra vez, pero mi perspectiva de la vida nunca será la misma después de haber pasado el verano y parte del otoño yendo al monte a por leña al modo antiguo. Como todo el mundo sabrá, la leña para calentarse en invierno es, aquí, una cuestión de vital importancia. Yo vine a vivir otra vez a Tabuyo en setiembre del 2015 y en aquel entonces no tuve modo ni tiempo suficiente de conseguir leña en el monte, de manera que el invierno pasado tuve que comprarla. Este verano, decidida a mejorar esta situación, llegué a la conclusión de que, dadas mis circunstancias personales, lo mejor sería conseguir un carrín como el que casi todas las familias tienen, para ir yo misma al monte y recoger ramas desechadas tras los desbroces y las podas, porque hay muchísimas desperdigadas por el sotobosque y es tontería comprar leña estando el monte como está. De paso, desbrozas bosque y le quitas leña muerta que solo entorpece el paso y acumula plagas posibles.


Puse un cartel en el bar diciendo que compraba un carrín, y al cabo de dos días ya tenía a dos vecinos ofreciéndose no a venderme sino a prestarme un carrín, indefinidamente, porque ya no lo utilizaban. Mira qué bien. Cogí el primero que se me ofreció sin pensarlo dos veces, y allá que me fui, camino al monte, con un hacha y un serrucho, dispuesta a acumular leña para el invierno o, por lo menos, para parte del mismo (porque no estaba segura de cuánta leña me daría tiempo a traer)

Y es con esta experiencia que he aprendido muchísimo. Emprendí la cosa sólo pensando en la leña, pero de repente me encontré "sintiéndome en los zapatos" de los mayores, y de los antiguos pobladores de Tabuyo, ANTES de que existieran tractores, camionetas, furgonetas y todo vehículo de motor con el que hoy se suele acarrear la leña a casa. Así que, mira por dónde, mi desventaja, que es no tener carnet de conducir, ni vehículo, ni nadie que pueda acompañarme varias veces al monte para traer leña durante el verano, me condujo a experimentar una sensación de comprender mucho mejor a la gente mayor, y a la gente "de antes". Tanto ir y venir del monte A PIE, a ritmo lento, cargando a pulso el carrito, sudando, peleándome con moscas, moscas de burro, tábanos y demás, tanto ver que por mucha leña que traía, nunca parecía ser suficiente porque aquello (pino viejo) iba a durar un suspiro en el fuego, y el invierno sería largo...tanto descubrir, en otras palabras, el esfuerzo que los antiguos tuvieron que hacer sólo para calentarse en invierno, me dejó conmovida y sobrecogida.

No tenemos ni idea. Y hoy en día tenemos sangre de horchata= Esa fue mi conclusión. Porque fíjate, sólo estaba recogiendo "un poco de leña", ni siquiera TODA la que iba a necesitar (por falta de tiempo y manera de organizarme para que mi hijo no estuviera muy solo, etcétera). No estaba haciendo ni la décima parte de trabajo físico que aquella gente hacía de manera normal, diaria y rutinaria (como cuidar de animales domésticos tipo gallinas, cerdos, conejos, cultivar huerta, cultivos de grano, pastoreo de vacas o cabras, hilar, tejer, ir al molino, hacer pan, coser, lavar ropa en fuentes o regueros, fuera de casa, etc) ¡y ya me parecía muchísimo trabajo! Así que valoré el esfuerzo que los antepasados tuvieron que realizar no sólo para sobrevivir ellos, sino para criar a sus hijos y, en definitiva, para transmitirnos la vida que HOY disfrutamos y tenemos.

Tuve la sensación de que realmente somos como enanos subidos a lomos de gigantes, pero los gigantes son los antepasados y su fuerza y resistencia para superar diariamente muchos obstáculos que hoy nos agotan. Nos quejamos por costumbre, pero no nos damos cuenta de lo absurdo de tanta queja. Me he acordado mucho de Eliberto y su mujer, Lucinda, a los que aún pude conocer hace años. Cuántas veces ella me contaba las caminatas de horas y horas que hacían ara ir a buscar urces y venderlas, por ejemplo, y a veces me decía: "¡Ay, que no vengan tiempos tan duros como los que nos tocó vivir! ¡Que no os toque pasar por lo que pasamos! No sabéis lo bien que estáis ahora".

Así que al final me sucedió algo muy curioso: cuanto más iba al monte a por leña, más agradecida estaba por estar viva, más me acordaba de mis propios antepasados (sobretodo los que vivieron antes del invento de los vehículos con motor y antes de las motosierras) y más valoraba la cantidad de oportunidades que tenemos hoy. De manera que en lugar de sentirme enfadada o deprimida por "tener que" ir al monte con el carrín, le cogí gusto a la cosa, y hasta vicio. Al final hubiera ido todos los días, de no ser porque no podía dejar a mi hijo solo, ni con nadie tanto tiempo. Si mi hijo hubiera sido mayor, otro gallo hubiera cantado, pero en fin, todo se andará.

Reuní un buen montón de tronquitos de grosor fino y medianito, lo justo para poderlos serrar a mano, ya que aunque tengo motosierra, no me atrevo a usarla todavía, y menos estando sola, que ese trasto tiene mucho peligro. Tal vez algún día me atreva y me lance pero de todos modos descubrí la bondad de la sierra de arco y decidí hacer acopio de todas esas ramas que luego, en invierno, son imprescindibles para encender el fuego o para animarlo cuando quemas troncos gruesos que, por si solos, les cuesta arder del todo. Y los troncos grandes ya los conseguiría, o bien comprándolos como el año pasado, o bien gracias al sorteo de leña comunal que, al final, este año sí se realizó.

De manera que cuando ya no lo esperaba, pude asistir por primera vez a un sorteo de leña, y además me tocó un buen lote de roble. Así que ahora tengo troncos gruesos y densos (roble) que combinan de manera perfecta con los palitos que con tanto cariño, esfuerzo e ilusión recogí en verano.

Para rematar este aprendizaje a través de la leña, pude experimentar el contraste con los medios modernos (tractor y motosierra) y la versión solidaria y amistosa de la ayuda mutua y DESINTERESADA que, afortunadamente, aún existe en este pueblo. Porque un vecino se ofreció a cortarme los troncos de roble, y al final él y otro vecino más, los dos juntos, me serraron todos los troncos (a mí y a alguna otra persona, por lo que sé)

Así que después de ir dos meses sola al monte y serrar a mano mis palitos, me quedé "ojiplática", como se dice hoy en día, al ver que en una hora escasa estos dos hombres liquidaban las dos o tres toneladas de roble que me tocaron en suerte. Yo esperaba tardar toda la mañana en acabar con aquello, y llevaba hasta algo para comer por si me daba hambre, pero no me dio tiempo ni a que me bajara el desayuno. ¡Qué máquinas...! Eternamente agradecida, no sólo por el hecho en sí de haberme serrado los troncos y habérmelos traído a casa en el remolque del tractor (yo hubiera tardado muchos días en traerlos con el carrín), sino también porque, sin pretenderlo ellos, me "enseñaron" o mostraron otra característica de cómo vivían los antiguos y cómo viven todavía algunas personas: ayudándose si hace falta.


Me gustaría devolverles el favor pero no se me ocurre qué dar a personas que tienen mucho más que yo y parecen no necesitar nada (en principio), así que aún sigo pensando en ello y, de momento, a falta de mejores ideas, les menciono en este blog para que quede constancia de mi gratitud y para que su gesto sirva también como recordatorio a personas de lejos que me leen, que aún es posible vivir de otra manera y no todo está perdido en la humanidad. No todo es egoísmo, hoy en dia. No todo.

De manera que gracias a vivir en Tabuyo del Monte otra vez, he podido experimentar una serie de cosas importantes que hacen que termine este año sintiéndome con más perspectiva que el anterior. Más agradecida por lo que tengo, y por todas las oportunidades que mis antepasados me legaron. Más agradecida por el esfuerzo de mis bisabuelos y abuelos. Más agradecida también a quien eligió alquilarme una casa en Tabuyo, en lugar de simplemente guardarla cerrada y en desuso. Más agradecida a los dos vecinos que me ofrecieron desinteresadamente su carrín (aunque sólo tomé prestado uno, valoro también el gesto del otro) Más agradecida por que aún se cuide monte comunal y se hagan sorteos de leña para los vecinos. Más agradecida, en definitiva, por todo.

Y nadie se imagina la inmensa SATISFACCIÓN que siento ahora, cada mañana, cuando me levanto y enciendo el fuego de la estufa o la cocina con "mis" preciosos palitos (casi recuerdo dónde cogí cada uno) que me costó tanto reunir; con los troncos que otros me serraron, y en esta casa que un alma bendita quiso restaurar y alquilar, y que lo hizo tan bien que aquí no entra el frío ni queriendo. Me despierto cada día a las siete y media de la mañana y casi no necesito ni echarme una bata por encima, es increíble, nunca había vivido en una casa de pueblo igual.


Finalmente, recuerdo todas las mañanas a mi abuelo Paco, de Noceda del Bierzo (en la foto de arriba, junto a mi abuelita Hortensia, en el prado de su casa) quien se levantaba antes que nadie para prender la lumbre de la cocina, de manera que el resto de la familia cuando fuera a desayunar se encontraran ya con la calidez en marcha. Porque yo hago tooodos los días lo mismo: antes de que se levante mi hijo, enciendo el fuego para que él desayune notando el calor rico de las llamas. Y no puedo evitar sentir que, por pobre que parezca mi vida a ojos de algunas personas, que aún no entienden qué hago viviendo aquí, a mí me parece una vida de lo más rica, pues está unida al espíritu de los ancestros, al cariño que algunas personas sí heredaron y en definitiva a todas las cosas buenas que nos han permitido, como humanidad, sobrevivir en tiempos duros y llegar hasta donde estamos hoy.

Pero esto lo he podido vivir gracias a estar en Tabuyo, de manera que agradezco una vez más a este pueblo que, dentro de su variedad y riqueza humana contenga también y todavía el cariño, la generosidad y la grandeza de alma de algunos de los antiguos.

En los corazones y las casas cerrados se pudre todo y se acaba la historia. Mejor sacudirse el polvo de los zapatos de los lugares donde parece que molestas, o no te miran bien, como decía Jesucristo, y no mirar más en esa dirección estéril.

En cambio, en los corazones y casas abiertas, florece la vida y todo continúa. Así que para el año que viene deseo a Tabuyo pero sobretodo a quienes me habéis ayudado o simplemente acompañado durante este año con amabilidad y cortesía (y no sólo con el tema de la leña), mucha vida, mucha prosperidad, y que os florezca en las manos todo cuanto soñeis y hagáis. Que en el 2017 florezcan hasta los fuegos de vuestro hogar, hale. Porque donde salen flores seguirá la vida.

 



                               

viernes, 19 de agosto de 2016

Volver a estar en las Fiestas de la Piedad.


Pues hacía muchos años que no podía estar aquí por las fiestas de agosyto. Echando memoria, desde el año 2010, nada menos. Así que salí con ganas para unirme a la gente en algunos momentos. No quise perderme dos cosas: La procesión de la Virgen, y el baile de la tarde con el tamboritero (con la chorizada de fondo)

El día fue radiante y me encantó volver a ver "el Monte" (de Tabuyo) en el manto de la Virgen. Estar en la ermita me trajo muchos recuerdos, hasta del viejo Don Tomás, que siempre tenía historias que contar, con su particular sentido del humor. Siempre que miro la imagen de San Miguel y veo al demonio con la cara destrozada me acuerdo de lo que me contaba, que hace mucho tiempo, de tanto decirles a los niños que el demonio era malo, la emprendían a golpes con la imagen y así acabó tan deteriorada.

En la ermita coincidí con Óscar, quien lleva el otro blog de Tabuyo del Monte. No nos conocíamos personalmente pero nos encontramos sacando fotos a la imagen y él dedujo enseguida quién era yo, y viceversa. Así que tuvimos el gusto de estrecharnos la mano de bloguero a bloguera, y contrastar impresiones sobre la ermita, la iglesia, las pinturas del altar y curiosidades de este tipo que a ambos nos llaman la atención.

La Virgen estaba tan preciosa como siempre y la gente que quiso acompañarla, tan arreglados y sonrientes también como siempre. Y para allá nos fuimos de procesión hasta la iglesia del Cristo, donde se celebró la misa.

 

 


Por la tarde pude comprobar que sigue habiendo gente que baila en la fiesta. Yo no me sé los pasos, ni siquiera sé tocar las castañuelas, pero es bonito ver que hay quien sabe, le gusta y se entrega a ello. Mis felicitaciones para todos los animosos bailarines.

Mientras tanto, un grupo de esforzados cocineros preparaba unos chorizos cocidos que olían a gloria, otros cortaban pan, y un grupo de mujeres vendían unas bonitas camisetas de Tabuyo en las que sale, creo que por primera vez, no solo la silueta de la Iglesia, sino la del ídolo de Tabuyo. ¡Ah, una camiseta con el viejo símbolo guerrero...! Bien. Por supuesto, me compré una. por cierto que además las camisetas para mujer tenían un detalle muy original: un cuello distinto, con un escote en pico en lugar del clásico cuello redondo. Felicidades a quien sea que la diseñó, por la novedad.



Hubo también juegos para los niños, y se les vio disfrutar en la calle con los hinchables, las camas elásticas y la guerra de espuma. Y luego, por la noche, música y verbena para los mayores. Yo no soy muy de verbenas pero salí con mi hijo y un amiguito suyo a pasear por el camino que hay junto a casa. Ibamos a ver las estrellas fugaces pero al final lo que nos encantó fue ver los rayos de luz que proyectaban los de la orquesta que tocaba en la plaza. Era todo un espectáculo ver el inmenso cielo negro, atravesado por esos rayos de luces que llegaban hasta el horizonte, atravesando la noche de parte a parte. Los niños disfrutaron de los rayos y volvimos a casa tan felices por haber visto algo distinto.

Abajo os cuelgo dos enlaces para ver dos mini-vídeos de distintos momentos del baile. Son muy cortitos y la calidad del sonido es escasa, porque lo grabé con mi cámara de fotos, pero lo dejo ahí como testimonio. Para ver cada mini-vídeo, sólo hay que hacer click en la flechita de la imagen:





Aprovecho para decir que he abierto un canal en youtube con el nombre de este blog (Hijos del Teleno , enlace aquí) para poder subir ahí estas miniaturas y otras que tengo por ahí guardadas. Que nadie espere una maravilla artística, porque esto es muy casero y con una cámara de fotos nada más, pero me gusta grabar algunos pequeños momentos e imágenes de estos lugares. De momento sólo hay los vídeos del baile, pero pronto subiré alguna cosita más.

Pues eso es todo por hoy, hasta la vista.




Y aquí estoy otra vez.

Queridos lectores,

En setiembre se cumplirá un año de mi regreso a Tabuyo. Lo que parecía casi imposible se volvió realidad gracias a una pareja del pueblo que decidieron alquilar una pequeña vivienda. Y aquí seguimos, mi hijo y yo, en esta casita-refugio, tal y como yo la llamo. Me parece como las casitas de cuento: de piedra y madera y al lado de un camino que conduce al bosque. Desde las ventanas se oye el rumor de la chopera cercana, el canto de los pájaros, las ovejas, y cuando toca, la lluvia y el viento. ¿Se puede pedir más? En el patio de esta casa hay tanta vida que tenemos hasta erizos. En un mundo donde cada vez es más difícil encontrar entornos vivos, todo esto va siendo un lujo, aunque no lo parezca. Yo estoy contenta.

He pensado muchas veces reiniciar este viejo blog, que he tenido aparcado durante tanto tiempo, pero hasta el día de hoy no me he puesto a ello. Y es que aparte de haber pasado un año duro, de muchos cambios y poco tiempo libre, he tenido dudas: ¿Para qué escribir más...? ¿No está todo lo mío dicho ya? ¿No hablo o escribo -cuando me pongo a ello- tal vez hasta demasiado...? Además, ya existe un blog que va manteniendo informada a la gente sobre las novedades de Tabuyo. ¿Realmente no seria repetirse mucho, si retomo el mío?

Pero... Bueno. Me ha sucedido algunas veces que algunos vecinos han venido a agradecerme aún ahora (¡y después de tantos años...!) que tiempo atrás hubiera hablado de ellos, y les hubiera hasta sacado fotos. Y el otro día en las Fiestas de la Piedad, algunos me pedían que los fotografiara. Y recordé que, desde siempre, a mí lo que más me gustó fue hablar de dos cosas: de la naturaleza (bosque, flores, paisaje, Señor Teleno) y de la gente. Las personas...los vecinos de toda la vida que con tanta amabilidad me han tratado...

Y ayer ya fue la gota que colmó el vaso. Murió Anselmo, fui al entierro, y me quedé recordándole y pensando en toda la gente que conocí cuando vine aquí en el año 2007, y ya no está. Fui a buscar mis viejas fotos y revisé las entradas de este blog, y descubrí que allí estaban algunos... aunque no todos. Y cómo agradecí haberme detenido en su día a mirarles, a saludarles, a reirme con sus bromas o a sacarles una foto improvisada, en la calle, en el día a día, para recordar esos momentos tal cual eran.

Descubrí que no tenía ninguna foto de Anselmo con su sombrero de paja y su eterna sonrisa, volviendo de la huerta, o con el carrín, o sentado en el banco de su casa junto a Rosalina, y me dio mucha pena. Pensé que cada tabuyano y tabuyana con los que me cruzo, jóvenes, de mediana edad y ancianos, merecerían ser mirados, escuchados y fotografiados. Claro que eso es mucho, misión imposible, pero... Me entró la vena sentimental, y me dije: Marta, vas a volver a escribir en el blog, y vas a escuchar "más" aún a la gente. A los "Hijos del Teleno", que para eso el blog se llama como se llama. Porque la vida que tenemos es muy fugaz, se nos pasa volando. Y al final, casi lo más importante que te queda es lo que has vivido con las personas, mientras has estado con ellas.

En fin. Que definitivamente me puse sentimental. Y que sin más ambiciones que ir reflejando un poco cositas del día a día, reabro este blog. Y luego pues Dios dirá...Haré lo que pueda y según vaya saliendo la vida. Pero aquí estoy otra vez.


martes, 18 de febrero de 2014

Abuelita Telena, hogar y casa...

Queridos lectores todos,

Hace muchísimo tiempo que quería escribir aquí algo, pero han sucedido tantísimas cosas en mi vida en estos últimos tiempos, que no he dado abasto. No sabía ni qué decir, ni cómo empezar.

Lo cierto es que, como muchos ya sabéis, tuvimos que marcharnos otra vez de estas tierras, a las que, sin embargo, sentimos siempre como una especie de "hogar" especial. Un hogar sin techo (porque esta vez no encontramos casa de alquiler), pero un hogar: el suelo lleno de brezos son nuestras alfombras, las paredes son los pinos y los robles, el techo es el cielo, que todavía es tan limpio y transparente, ahí.

Yo no creo en la astrología, pero un horóscopo de esos del periódico hubiera dicho de nuestro último intento que se produjo en "una confluencia muy desfavorable". Por muchas razones, esta vez pasaron meses...y meses...¡hasta 8!, y no surgió ninguna casa para nosotros. Por otras muchas razones, tampoco podíamos alargar indefinidamente la estancia en casa del amigo que nos había acogido. Podríamos haber ido a otro hogar temporal, pero ir saltando de casa en casa no nos pareció lo más correcto ni adecuado. Sobretodo por el niño. Un niño necesita más "seriedad", más estabilidad. Y además, no somos huérfanos ni estamos en la calle. Así que reculamos de nuevo hacia las casas que mis padres nos ofrecen para que vivamos mientras deseemos, mientras nos reorganizamos y replanificamos. Y qué le íbamos a hacer.

No os mentiré: me ha dolido dos veces más marchar esta vez, que la anterior. Porque esta vez venía dispuesta a afrontar toda clase de dificultades, venía muy mentalizada. ¡Claro que cómo me iba a imaginar que justo faltaría lo más básico, la casa! En fin, que me ha dolido mucho marcharme esta vez. Para más inri, pasé las Navidades enferma como nunca, y luego me hice un esguince en el pie, así que fui encadenando unas cosas con otras y ni siquiera pude venir a despedirme de las personas más cercanas, tal y como quería hacer. Se nos echaba el tiempo encima, y yo con mi pie a la virulé...

Con lo cual no me despedí. Lo he tomado como un guiño del destino. "Si no me he despedido- me he dicho- es que no hay adiós. Y si no hay adiós, es porque esto no es un final" ¿Quién sabe...?

Así que aquí van unas palabras de no-despedida. A veces he llamado al Teleno "Abuelo". Hoy me imagino un cuento distinto, en el cual la protagonista sea esta tierra local, la "Tierra Telena". La imagino mirándonos con ojos amables desde el suelo, una Abuelita entrañable, blandita, blandita como esas viejecitas que ya solo sonrien y apenas dicen nada porque ¡han vivido tantísimo! Se les han quitado las tonterías de encima y las manías. Todos conocemos la arrogancia de la juventud, los pavoneos normales de la adolescencia. Y todos conocemos algunos casos de abuelitas maravillosas con las que da gusto estar. Tan humildes. Tan prácticas.

Me gustaría volver a la "Casa de la Abuela Telena", esto es, a esa tierra. Algún día...Aunque sea de visita. Pero como dicen los tabuyanos: "Si ha de ser, será". Y si al final nunca más es, pues será que no tenía que ser, y amén. Hasta entonces, llevo a la "Abuela" y al "Abuelo" en el corazón, junto con muchos de sus "nietos", a los que nunca podré olvidar. Así es.

Hasta siempre,

Marta




sábado, 25 de mayo de 2013

"Dame el pinchado"

                    


(El camión de César, un punto de reunión social)

Hace años que mantengo conversaciones con "neo rurales", o sea, gente que vivía en la ciudad hasta que cambió radicalmente de vida y se fue a vivir a un pueblo. También con gente que todavía no ha dado este paso, pero anda dándole vueltas, buscando la manera o el coraje de hacerlo. Por eso sé que, en general, los neo rurales buscan en el pueblo la naturaleza, la tierra como materia prima y espacio que cultivar (y con el que ganarse un poco la vida, o incluso soñando con ser "autosuficientes") y, en general, mejor calidad de vida. Pero rara vez van a los pueblos buscando aprender de los viejos que allí quedan. De hecho, los métodos más nuevos de cultivo, los considerados más ecológicos y sostenibles, no son exactamente como los que se practican hoy en día en los pueblos, sino otra clase de asunto. Así que muchos piensan que no es necesario "aprender" de los viejos. Más bien, desean enseñarles lo nuevo, cambiar su mentalidad.

Afortunadamente, no siempre es así y hay neo rurales que sí desean escuchar a los rurales-de-toda-la-vida, por ejemplo para saber cómo era la vida hace unas cuantas décadas. También hay neo rurales interesados en escuchar cómo eran algunas técnicas de agricultura o ganadería tradicionales, aunque más que nada para contrastar con las nuevas, las que ellos han aprendido en libros, cursos o talleres didácticos.

Pero yo, que también soy una nueva pobladora del mundo rural, pienso que hay un aprendizaje profundo que podemos realizar los "nuevos" de los viejos de pueblo. Sobretodo de los más añosos. De acuerdo, tal vez existan métodos mejores que los suyos para cultivar, que no incluyan los sulfatos, herbicidas o el monocultivo, que tan omnipresentes se han hecho en nuestros campos. Y sí, creo que es necesario que haya quien advierta del peligro del uso de los químicos, o que introduzca nuevas y mejores técnicas para cultivar, etc. Pero hay algo en lo que nos ganan, y con ventaja, los más mayores de los pueblos. Por lo menos los de algunos, y en este caso hablo de Tabuyo del Monte y Priaranza de la Valduerna, que son los que más conozco. Y este algo en lo que nos ganan es cierta mentalidad antigua...

¿Y cómo es esa mentalidad? Es una manera de pensar propia de quienes han vivido varias cosas desconocidas hoy en día para la mayoría. Como por ejemplo:
- Aquellos tiempos en los que todo se hacía entre todos: cosechar, cultivar, ir al monte a resinar, cuidar los rebaños, desbrozar los regueros, abrir trochas en la nieve para llegar hasta el ganado, acarrear las piedras para construir las casas...
- Aquellos tiempos en los que no existían supermercados, y había que "currarse" cada producto: se tejía y cosía en casa, se amasaba el pan, se hacía el jabón, se criaban los cerdos, gallinas y demás para el consumo; las verduras para comer y para los animales:..

En resumen, hablamos de tiempos en los que la gente sabía perfectamente que dependía de los demás para salir adelante, puesto que muchas de las tareas básicas del campo requerían de la unión de muchos brazos para ser realizadas. Nacer y crecer en un ambiente así produce una mentalidad propia, adecuada a esas circunstancias, que no tiene nada que ver con lo que yo llamo "mentalidad de supermercado", o sea, la manera de ser y de pensar de los que lo que hemos aprendido que "casi" sólo necesitamos una cosa: dinero. Hemos interiorizado que "casi" no necesitamos a los demás. ¿Para qué? Solo necesitamos billetes con los que ir a comprar, porque cualquier producto que necesitemos o deseemos se adquiere en el súper, o lo contratamos a empresas para que nos lo sirvan, y ya está. Y, si me apuras, a veces ni siquiera necesitamos a los demás para ganar dinero. Porque, dependiendo del trabajo, puedes hacerlo casi sin relacionarte con otras personas, o relacionándote lo mínimo. Sí, definitivamente, estos son otros tiempos...Lógicamente hemos olvidado la co-dependencia, y tan olvidada está que, a veces, aunque algunos deseamos recuperarla o aprenderla, no sabemos ya ni cómo hacerlo.

Pero voy a ir más lejos. A mí me encanta ir a comprarle algunas cosas a César, el vendedor ambulante que pasa, dos veces por semana, por nuestros pueblos. Pienso que hay que favorecer a los que tienen un negocio aquí, y me gusta darle mi dinero a un vecino al que le puedo poner cara y apellidos, en lugar de dejárselo todo a una cadena de supermercados, así que parte de mi cesta de la compra (no toda, porque hay muchos productos que él no puede traer) queda para César. Hay quien prefiere comprarlo todo en Astorga o La Bañeza "porque es más barato", pero no se dan cuenta de que: uno, lo que te ahorras en el súper te lo gastas en gasolina (mínimo 5 euros) o incluso en chorradas que compras sin darte cuenta, todo porque están allí; dos, el día que César no venga más, lo echaremos en falta, vaya que sí (¡Con lo cómodo que es que vengan a vender a tu calle!), y recemos para no necesitarlo entonces; tres, puestos a darle mi dinero a alguien, lo dicho, prefiero que sea a un vecino, en este caso del Val de San Lorenzo. Estoy harta del centralismo de las ciudades, y de que sólo se lleven pasta los cuatro grandes de siempre, y ya está.

Finalmente, hay una cuarta razón por la cual me gusta ir a hacer cola al camión de César, y es que así estoy con otros vecinos (vecinas casi siempre), sobretodo los más mayores, y escucho y participo de sus conversaciones. Lo cual me encanta, porque soy de esas escasas "neo rurales" que piensan que deben aprender de los viejos de pueblo, y que incluso están en un pueblo, y no en una ecoaldea, en parte por esa razón. No me imagino viviendo en un lugar sin ancianos, no creo que sea bueno, al menos para mí. Es más, me encantaría absorber parte de su mentalidad, heredar como por arte de magia, o gracias al contacto estrecho, al menos unas migajas de su modo de ver el mundo y la vida, así que me "presta" escucharles.

Pero me cuesta explicar o definir cómo funciona estos rasgos de la mentalidad antigua que admiro y desearía hacer míos, así que voy a poner un ejemplo, para que se vea por dónde quiero ir. Hoy, en la cola para comprarle a César, había una paisana (cuyo nombre aún no sé, pero no es importante tal vez, decirlo) que había pedido dulce de membrillo. Este viene en cajitas de plástico, y salieron dos pegadas, porque al parecer a una de ellas se le había pinchado la tapa, y parte del almíbar, muy pegajoso, se había filtrado al exterior, así que la cajita se había pegado a la otra. César, siempre tan correcto, le explicó a la señora el problema y le ofreció el membrillo con la caja intacta, apartando el que tenía el pinchazo (leve) en la tapa. Pero la señora le dijo:
- No, dame el pinchado.
- Pero mujer ¿cómo le voy a dar el pinchado?- respondió Cesar.
- Sí, dame el pinchado, ¿qué más da? Total, está bueno y lo voy a comer enseguida.

Estuvieron así unos segundos (que me lo des, que no se lo doy) Al fin, César insistió más y definitivamente apartó la caja del membrillo pinchada, pero la cosa ya estaba dicha y yo estaba impresionada. Dame el pinchado. ¿Cuántas personas hubieran dicho lo mismo a una cajera de supermercado? ¿A quién más conocía que pudiera comprar (¡pagando!) un producto con un leve defecto? Sinceramente, a nadie.

Pero entendí perfectamente porqué aquella vecina pedía el pinchado. Por su mentalidad antigua. Porque ella aún vivía sintiendo la co-dependencia. El ayudarse mutuamente. Comprar el pinchado era una manera de ayudar a César (le quitaba de encima un producto que corría el riesgo de estropearse antes, o de tener que tirar, porque otros tal vez no lo querrían). Pero, además, estaba esa sabiduría del ahorro, de la humildad que da saber que todo "vale" algo que está mucho más allá del precio que tenga. ¿Por qué tirar una cajita de membrillo -pues no venderlo puede implicar eso- si está buena? En los viejos tiempos no se desperdiciaba nada. Pero es que nada. Porque se sabía lo que costaba -pero de verdad, no monetariamente, sino en cuestión de tiempo y esfuerzo- que los árboles dieran frutos, y que los frutos fueran cocinados hasta ser convertidos en dulce. Así que buena señora estaría pensando: "Todo eso ¿va a despreciarse por un pinchacito de nada en el envoltorio? ¡Qué bobada!"

Pero ya no quedan casi personas como ella. Se van muriendo y el mundo, nuestro mundo, sin que nos demos cuenta ha sido criado con otros conceptos, uno de los cuales es nuestro "derecho" de "consumidores" para rechazar (y tirar) lo que no es perfecto. Las nuevas generaciones, sobretodo las de ciudad, acostumbran a no comer fruta arrugada, a tirar el pan de hace dos días, o a rechazar cualquier cosa que no tenga un aspecto estupendo y como de recién comprado o fabricado. Incluso entre gente de gustos naturales y "alternativos", a menudo no se hacen mermeladas "para aprovechar" lo que está madurando demasiado o tiene manchas, sino, como mucho, para comer mermelada casera, porque es más sana, etc. Lo cual está muy bien, pero tiene un matiz distinto. Así, incluso algunos neo rurales dejan estropear productos en la despensa, o los tiran directamente, no tanto porque no sepan cómo guardarlos o reconvertirlos en otra cosa, sino porque no tienen aún integrada la mentalidad antigua y "se les pasan". Y yo me incluyo. Muchos no valoramos todavía, suficientemente, el esfuerzo que la naturaleza ha hecho para generar eso, y otras personas en elaborarlo. Decimos que sí con la boca, pero no lo decimos de corazón, ni lo vivimos con convicción.

El mundo de esta paisana que pedía la cajita de membrillo "pinchada" es casi incompatible con el mundo de mentalidad de supermercado. Su actitud, su pensamiento, chocan con lo moderno. Nos han inculcado la indignación (¡tengo derecho a comprar algo que no tenga defectos!) y el miedo (¿me enfermaré si como un membrillo que no está 100% herméticamente cerrado?) Pero la actitud de esta señora es la que creo que merece la pena aprender, sobretodo si uno se las da de "ecologista". Porque esto es lo verdaderamente ecológico y sostenible. Y lo de apreciar una cajita de membrillo "pinchada" se aplica gual a muchas otras cosas, sólo que me faltan palabras, me faltan ejemplos para explicarlo. Estoy en ello.

De momento, ahí queda mi revelación de hoy: los neo rurales novatos no sabemos una mierda, comparado con lo que saben estos viejos. A lo mejor hemos leído mucho de técnicas, pero nos falta esa mentalidad de fondo que da el haber nacido y crecido en comunidades que vivían de otra manera. El día que no dejemos pudrir la fruta, el día que lo aprovechemos todo, el día que colaboremos con los vecinos sin más, el día que no sintamos que sentarnos con ellos a charlar es "perder el tiempo", el día que...Bueno, ese día tal vez seamos capaces de volver a vivir "como antes" en lo colectivo y en lo austero, es decir, de manera más comunitaria y, desde luego, más sostenible.


 (César "cumple" siempre, y viene a vender hasta con nieve. ¡Lo suyo es voluntad! Aquí, en Tabuyo del Monte, hace dos inviernos)


domingo, 12 de mayo de 2013

Mundos en miniatura.

Más pruebas de la pureza de estos aires y de su riqueza biológica está en la cantidad de plantas que crecen en las rocas. La palabra "técnica" con la que llaman los biólogos a estas plantas es "vegetación rupícola". En fin, que plantas rupícolas aquí hay muchísimas. La mayoría son muy pequeñas, por eso pocas veces reparamos en ellas, pero si uno se acerca descubre maravillosos mundos en miniatura, de una belleza que nada tiene que envidiar a otras plantas más grandes y admiradas que pueblan estos paisajes, como, por ejemplo, las jaras cuando florecen, las escobas o los brezos, con sus explosiones de color amarillo, morado o blanco.


Las diminutas plantas rupícolas pueden pasar desapercibidas cuando no las conoces, pero si has aprendido a admirarlas, te pasará lo que a mí: que te pararás en muchos rincones del campo para acercarte a ellas hasta verlas perfectamente y asombrarte de lo bonitas que son, y lo milagroso que parece quie crezcan sobre la roca desnuda, sin apenas agua. ¡Este es el poder de la naturaleza, cuando está saludable!


Todas las fotografías de esta entrada proceden de una roca llena de los minúsculos brotes rojos de una planta llamada Sedum brevifolium. Las hice a diferentes distancias para que se aprecie su verdadero tamaño.

La prueba de que aquí el aire es puro...

(Encinas cubiertas de líquenes cerca de Lagunas de Somoza)

La prueba de que aquí el aire es muy puro no es necesario buscarla con aparatos especiales, ni mediciones sofisticadas. Aunque todo eso está muy bien, tenemos al alcance de la mano algo en lo que la mayoría de la gente no repara: los líquenes.

Líquenes, sí. Esas cositas que, aquí, crecen prácticamente por todas partes: piedras, árboles...Los líquenes son unos "tipos" muy especiales, nada menos que una mezcla de hongo y alga. O sea, no son ni una cosa ni la otra: ni plantas, ni hongos, ni algas. Son...lo que son, una mezcla. Simbiosis, le llaman los científicos a eso, palabra que significa la unión "por intereses" de dos tipos de ser vivo. Yo te ayudo en esto, tú me ayudas en lo otro; lo que yo hago te interesa a tí, y lo que tú haces me interesa a mí; así que firmamos un contrato, nos fusionamos y a partir de ahora vamos juntos a todas partes y nos volvemos inseparables. Pues bien, "eso" son los líquenes.

(Abajo, líquenes en forma de trompetilla creciendo sobre el musgo)

Pero no sólo son especiales por ser maestros en simbiosis, sino que también interesan por otras razones. Los biólogos los utilizan para saber cuán contaminado está un lugar (bioindicadores, los llaman). No sólo analizándolos para ver si han absorbido componente tóxicos, sino simplemente viendo cuántos tipos de líquenes crecen en un lugar y de qué clase son. Para entendernos, hay 3 tipos principales de líquenes: los que crecen pegados a las piedras (las típicas manchitas negras, blancas o de colores, que aquí tanto se ven); los que tienen más relieve (como láminas o formas varias que crecen desde diversas superficies) y los que parecen pequeños arbustitos, mini escarolas o hasta masas peluditas agarradas por un punto a  las ramas y cortezas de los árboles.

Entonces, hay dos reglas que se cumplen:
1- Cuantos más tipos de líquenes exista en un paisaje, más puro será su aire.
2- Si existen muchos líquenes del tercer tipo (esos arbustitos o masas peludas, como barbas que salen en los árboles), significa que el aire es extra limpio, porque éstos son los líquenes más sensibles y delicados de todos, y por eso son los primeros que desaparecen de un paisaje cuando hay contaminación aérea. Los más resistentes, en cambio, son los de las piedras.
                
(En estas rocas cercanas a la presa de Tabuyo se aprecian líquenes de diferentes tipos (color blanco, negro, amarillo anaranjado, gris...), musgo y plantas. No queda casi superficie de la roca sin "habitar", lo cual es una pequeña muestra de la riqueza natural de estos lugares, y de su limpieza)

Así que la cosa es fácil: vivimos en un lugar con aire muy puro, y no hace falta más que ver los miles de líquenes barbudos que crecen en los árboles para saberlo. Además, si nos pusiéramos a intentar catalogar todos los demás...¡no acabaríamos pronto! Porque hay muchísimos. Y ya está dicho que cuantas más especies diferentes habiten un paisaje, mejor.

Desde niña me habían llamado la atención las "barbas" de los árboles de esta zona, con las cuales jugaba a las cocinitas (hacían el papel de verduras, lechugas, etc) De adulta, empezaron a fascinarme los líquenes de las piedras, por su forma y colorido. Pero ahora, que sé estas otras cosas, miro a los líquenes con más asombro y cariño. No son meros "hierbajos" sino cosas muy interesantes que merecen aprecio y respeto. El día que no crezcan líquenes en nuestro entorno, mal asunto. Pero confiemos en que ese día nunca llegue. Mientras tanto, no me surge de dentro otra cosa salvo admiración, pero tambien agradecimiento por poder vivir en un lugar así.