sábado, 30 de enero de 2010

Por qué Tabuyo es Bueno

(Que aquí mucha gente se ayuda, es algo que puede comprobarse en las calles de Tabuyo, sobretodo en la época de cosecha. Grupitos de vecinos se reúnen y entre todos "aguantan más" (como dicen aquí a ir más deprisa) y terminan "luego", o sea, pronto. Y de ésto va esta entrada, de cómo los pequeños buenos actos cotidianos de la gente humilde y anónima de la calle son los que hacen que un pueblo sea bueno...o no)

Ya que en la entrevista elogié a este pueblo, es un buen momento para explicar algo más acerca de esto. Y es que, aunque ya he comentado aquí que no idealizo la vida en los pueblos, y he explicado que mis razones para vivir en un lugar como éste no quieren decir que no vea sus puntos difíciles y hasta feos, sigo notando a veces este pensamiento de fondo: “Esta chica sólo ve las cosas de color de rosa. Ya se cansará de Tabuyo. Ya descubrirá que un pueblo pequeño es un infierno grande”. Etcétera.

Algunas personas me han comentado esto directamente, mostrando con honestidad sus dudas ante mi decisión personal de trasladarme de la ciudad al campo. Otras, incluso, me han advertido de que Tabuyo no es lo que parece. Y algunas otras se lo callan, pero lo piensan y una, que es bastante perceptiva, lo nota.

Pero resulta que no digo nada porque sí. Puede que algún día me vaya de aquí, pero no será porque Tabuyo sea malo, sino por vete a saber qué razones, pues la vida es larga y da muchas vueltas. Así que insisto. Tabuyo es un buen pueblo. Sí, lo voy a repetir: Tabuyo es bueno. Tabuyo es bueno. Tabuyo es bueno. Pero a veces se parece a esos niños a los que les han repetido tanto que son malos, que incluso creen que merecen una especie de castigo divino, o algo así. He oído en boca de viejos paisanos algunas veces esta expresión: “Aquí debemos de ser muy malos, porque mira lo que nos pasa (esto o aquello)” Lo dicen, claro, medio en broma…pero las bromas, a veces, llevan ocultas un sentimiento de verdad. Como si este lugar o esta zona padecieran una especie de castigo divino o algo así.

No todas las personas que viven aquí lo ven así, claro. Algunas, aunque sean pocas, apuestan por la bondad de estos lugares e intentan sacar a relucir lo mejor del sitio. Así sucede en todos los pueblos. Bueno, ¿he dicho en todos? Me corrijo: no en todos. En algunos, no hay nadie que apueste por ellos. Son como niños a los que su familia abandonó. En lugar de cuidarlos para verlos prosperar o continuar bien, nadie da un duro por sus casas, nadie mueve un dedo por sus calles, ni por su entorno. ¿Es que son pueblos malos y por eso se les abandona? Bueno, deberíamos preguntar: ¿por qué algunos padres abandonan a sus niños? No es porque sean malos…es porque no tienen ánimo de cuidarlos o porque, incluso, les han cogido manía. En el peor de los casos, hasta les odian. Así son las cosas.

Entonces, podría decir que en realidad todos los pueblos son buenos en esencia…pero no todos pueden llegar a brillar con la luz y las virtudes que poseen naturalmente. Y es que esto depende de lo que hace la gente que vive en ellos, pues a fin de cuentas un pueblo es (mayormente) la gente viva de allí. Si la gente se porta bien y cuida a “su niño”, el pueblo prospera y vive una bonita plenitud. No tiene porqué crecer y crecer, convirtiéndose en mini ciudad. Le basta con ser y estar “bien”, con tener las necesidades básicas bien cubiertas, y con poder dar a sus pobladores una calidad de vida, un bienestar. Y a eso llamo un buen pueblo.

Veamos otro ejemplo. ¿Qué pasa si cierta gente de los pueblos se porta mal? Ah, entonces el pueblo se tiñe de maldad, claro. Si todo un pueblo, por poner un ejemplo, decide linchar al primer pobre que pase por la calle, eso hace de ese pueblo, en bloque, un pueblo “malo”. Pero no es que sea malo en sí mismo, sino que se porta mal. Es como un niño al que nadie enseñó ciertas cosas, o peor: es como un niño al que se enseñó que el maltrato era normal y a veces, hasta conveniente.

En Tabuyo ha habido maltratos, como en todos los pueblos. Y traiciones. Y chismorreos malévolos. Y …pero eso no significa que sea un pueblo malo. Sólo significa que algunas personas se portan mal. Tabuyo, en esencia, es un buen pueblo. Y no sólo eso, sino que además, mucha gente se porta muy bien. Con lo cual, para mí, Tabuyo “es bueno”.

También se puede comparar a un pueblo con un árbol, y entonces, como decía Jesucristo, a un árbol se le conoce por los frutos que da. Si pasas junto a un manzano en época de cosecha y no tiene ninguna manzana, ni este año, ni el pasado, ni el siguiente, mientras que todos los otros manzanos dan su fruto, dices: “Vaya mal manzano, que no da nada. Igual lo corto, porque para lo que me sirve…” Y es que tú plantaste ese árbol porque querías precisamente manzanas, no por su sombra. La sombra está bien, pero hay muchos otros árboles que dan sombra. De un manzano, el campesino quiere manzanas, así es la cosa, y se va a decepcionar si no las encuentra en el árbol que puso ahí para eso.

Del mismo modo, un pueblo es bueno si da frutos. Es decir, si salen cosas buenas de ahí, cosas que sirven no sólo a uno, sino también a otros. El árbol que sólo se mira el ombligo, “pasa” de dar manzanas porque Dice: “¿Para qué dar fruto? Oye, que no tengo que trabajar para otros, ¿no? Si el paisano quiere manzanas, que las compre. O que las curre otro, que yo soy un árbol señorito, y no me gusta esforzarme.”

(Aquí un manzanito tabuyano, parte de mi inspiración de hoy)

Por el contrario, el árbol que es generoso se entrega y hace que, de su trabajo, otros puedan comer. Es decir, a él le va a ir bien y no va a perder dando fruto, porque ¿quién ha visto que un manzano se estropee por dar manzanas? No le sienta mal. Lo que pasa es que cuesta a ratos, sobretodo cuando toca criarlas, y si son muchas pesan…Pero ahí está el paisano que, feliz, viendo tantas manzanas en ese árbol, se dice: “Qué buen árbol es éste, voy a cuidarlo aún más que a los otros, porque me da unas cosechas fabulosas” Y lo mima, lo poda, lo abona, y cada vez que pasa a su lado lo mira hasta con amor.

En este pueblo hay frutos. Y no me refiero sólo a que se hacen cosas visibles, cosas que llaman la atención, sino a que muchos vecinos hacen actos generosos de manera discreta, sin querer ser notados. Yo lo he visto. A mí me ha pasado. Y doy fe de que, cuando actúan así, se les nota que lo hacen de corazón. Entonces, creo que Tabuyo es un buen árbol.

Si fueran éstos tiempos bíblicos y terribles, como ésos del Antiguo Testamento, me imagino metida en la película, haciendo como Lot. Vienen los ángeles del Señor a mi casa. Llaman a la puerta, toc, toc, y me avisan de que Dios prepara una destrucción furiosa de este sitio, porque la gente se porta muy mal aquí. Entonces, me sabe tan mal que intercedo por mis vecinos. Los ángeles se empeñan en que traen órdenes de arriba, y que no hay discusión, que Tabuyo tururú. Entonces yo digo: Pero ¿cómo? ¿Acaso no habéis visto a fulanito, menganito y el de más allá, que hacen esto y aquello? ¿Y marianita, y pepita, y …? Decidle a Dios que ¿cómo va a destruir un pueblo donde hay tanta gente que actúa bien? Vale que algunos se portan mal, pero ¡no es justo acabar con todo sólo por el pecado de unos pocos!.

En la Biblia se dice que Dios, por contentar a Lot, le hizo caso y se puso a rebuscar en toda Sodoma y Gomorra, a ver dónde estaban esos buenos vecinos. Pero no encontró siquiera 1 solo hombre justo, es decir, bueno, salvo el mismo Lot. La cosa estaba tan negra que los “lindos” vecinos de Lot hasta se metieron con los ángeles, tomándolos por simples visitantes extranjeros. Menuda cagada. Así que ¡flush!, se cuenta que Dios borró a esas ciudades de un plumazo. Sanseacabó. Bueno, también se podría interpretar que en un sitio tan lleno de gente mala, y tan vacío de buenos vecinos, no hace falta que actúe Dios, les basta a ellos para autodestruirse.

Pero aquí, Dios tendría que decir: “Vaya, tal vez me he equivocado. O mejor dicho: me han informado mal, porque es verdad que hay un montón de buenas personas”…Y es que a Dios, las quejas le llegan a través de lo que la gente le cuenta. Los ángeles, mensajeros ellos, van y vienen, como el cartero. Pero las cartas de queja las escribe la gente. Si rezan cada día diciendo: ”Dios, mira que malos son todos, acaba con ellos de una vez o haz algo con este pueblo, que esto es insufrible”, mal vamos. Si, en lugar de eso, la gente reza diciendo: “Dios, mira qué bien se portó conmigo fulanita hoy. ¿Podrías mandarle un regalito a su puerta? Me gustaría que Tú, que eres tan sabio y tan poderoso, la ayudaras con algo especial, porque a mí no se me ocurre cómo agradecerle mejor lo que hace…” Bueno, ante estas oraciones, la cosa cambia. Y no es que la persona que reza lo segundo no vea las maldades, es que deja para Dios el juicio, y mientras tanto agradece lo demás. Eso son frutos, como las manzanas. Ahí, Dios, como el cuidador del árbol, se alegra y redobla sus cuidados, pues este lugar es tan precioso…

(Otro ejemplo más de lo mismo, dos vecinas pelando habas en buena amistad. Así que no hace falta buscar grandes actos, ni gente famosa o importante para decir que un pueblo da frutos. Basta con que sigan sucediendo cosas así a la vuelta de la esquina ¿Sabremos coger el relevo las generaciones jóvenes, o se nos contagiará el "cada uno a lo suyo" de la mayoría actual...?)

Vaya. Terminé de telepredicadora, con citas bíblicas inclusive. Pero ahí queda la cosa, que no la voy a cambiar. Valga esto para reflexionar acerca de qué pueblo puede ser bueno. Aquí o en otros pueblos, la bondad y la prosperidad siempre están latentes. Sólo hace falta que cada vez más personas apuesten por ello y hagan lo necesario para que el árbol-pueblo dé frutos. Aunque sean poquitos, si son buenos y sabrosos, bien mereció la pena…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena analogía, setuendo símil el de los pueblos y los niños/as (mejor las personas pequeñitas). A cuidarse majetes. Rafa-Castrillo.