jueves, 19 de marzo de 2009

Charla sobre el Cultivo de Setas

(En la foto, Justo haciendo una demosración práctica sobre cómo preparar bolsas de paja para cultivar pleurotus, frente a algunos oyentes que se acercaron a verlo de cerca)

El domingo hubo una charla sobre el cultivo de setas en el Centro Micológico. Allá nos fuimos Rubén y yo, a curiosear, porque ¿quién sabe lo que el futuro nos depara, y si algún día no nos dará por cultivar alguna cosa así? En todo caso, el saber no ocupa lugar, así que allí estuvimos, escuchando las entusiastas explicaciones de Justo quien, por su experiencia en la Cooperativa Del Monte de Tabuyo (donde entre otras delicias se cultivan setas), se está convirtiendo en un apasionado de este tema. Entre él y David, su hijo, nos estuvieron explicando a los oyentes los pasos básicos a realizar si uno quiere llegar a cosechar setas saprófitas. Saprófitas significa que se alimentan de residuos muertos, como por ejemplo estiércol, rastrojos, leña o madera, hojas, etc. Las setas saprófitas de las cuales noas hablaron fueron el champiñón (agaricus), la seta de chopo (pleurotus ostreatus) y el shitake.

Justo y David especificaron los pasos que había que dar para lograr una cosecha casera: cultivo del micelio, desarrollo y “siembra” del mismo en sustratos adecuados, mantenimiento de las condiciones ambientales de humedad y temperatura, etc. Fue una charla agradable y coloquial, casi como un diálogo entre ellos y los oyentes, pero completa y efectiva, porque tuvo mucho de demostración práctica que venía por parte de quienes ya se dedican a esto. Aunque Justo se declaraba “aprendiz” al lado de los grandes expertos (gente que lleva muchos años cultivando setas de manera industrial), su testimonio nos resultó muy útil y adecuado. Vamos, que nos llegó. Parecía que se podía poner uno a ello enseguida, eso sí, teniendo en cuenta una lista mental de cosas para hacer que no es precisamente sencilla de entrada. Hay que tener en cuenta muchos detalles, como la esterilización de utensilios y sustratos, y uno no se puede saltar pasos así como así.
(Aquí, Justo mostrando cómo se inocula el micelio en un tronco de roble, para cultivar shitake)
Nos gustó también que se mostraran comprometidos por la calidad nutricional de las setas que cultivan. Resulta que algunas industrias al parecer utilizan harinas cárnicas (¡) para dar más nutrientes al sustrato vegetal de algunas setas, como la pleurotus ostreatus. O sea, que alimentan setas que normalmente sólo comerían leña muerta con restos de matadero. Personalmente esto me parece tan asqueroso como lo de dar pienso con restos cárnicos a las vacas, la verdad. (Y ya sabemos lo que pasó con todo eso, y el lío de las vacas locas, o sea que…)

Pero en esta Cooperativa de Tabuyo (hacer clic aquí para ver más sobre ella), afortunadamente tienen más sentido común y más ética que todo eso, y sólo cultivan setas en sustrato vegetal natural. Con ello, ganan en la naturalidad del sabor (setas que saben a lo que tienen que saber) pero también ganan en salud y nutrición, porque por mucho que alguien intente convencerme de lo contrario, no me fiaría yo de una seta que ha estado sorbiendo harinas cárnicas. Las setas, ya se sabe, acumulan un montón de toxinas ambientales, si las hay. Las harinas cárnicas, por muy vigiladas que estén, no dejan de ser desperdicios de partes animales caracterizados por acumular muchas toxinas. Por lo tanto, una servidora prefiere dejar a un lado las setas carnívoras y enfocarse sólo en las silvestres…o en las cultivadas por gente como ésta, que ponen pasión y buen hacer en el asunto.
(Aquí, David en un momento de su exposición)

Bueno, pues fue un gusto acudir a la charla y creo que a los presentes nos sirvió. Desde aquí animo tanto a los colaboradores del Centro Micológico, para que sigan así, y al posible público que se encuentre entre los que curiosean en este blog desde otros pueblos o las ciudades, para que, si ven que es de su interés, se apunten a próximas actividades del Centro.

Y ya de paso, le pido al Señor Tiempo que esta primavera llueva bien y bonito, para que la temporada de setas silvestres venga muy rica, amén :-)
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Al Sol de Marzo

El año pasado el mes de marzo aquí fue frío y ventoso a más no poder, por lo menos según recuerdo. Este año, marzo empezó neviscando, pero enseguida se fue el frío y estamos con un calor inusual y raro, que todos opinan que ni es muy bueno (porque se adelantan demasiado las plantas, y luego pueden helar), ni puede durar. Como dicen aquí: “El invierno no se lo come el lobo”, es decir, no puede desaparecer de la noche a la mañana. Esto significa que si el frío no dura lo suficiente o se interrumpe antes de tiempo, volverá más adelante. Recuerdo otro refrán, pero este no lo he oído en Tabuyo sino en alguna otra parte: “Cuando marzo mayea, mayo marcea”. Es decir: cuando en marzo hace un calor propio del mes de mayo, en mayo viene el frío que no vino en marzo.

Bueno, veremos a ver qué pasa, ¿no?. De momento, las paisanas salen cada tarde a charlar a la calle como si fuera primavera o verano, y se ven escenas como la de la foto de arriba. Sí, ya sé: no están tomando el sol precisamente, sino dándole la espalda. Comentábamos este curioso detalle Greta y yo hace unos días, tal vez porque nosotras venimos de fuera. Pero es que ¿quién quiere, aquí, tomar el sol? ¡Pero si no les hace ni falta! Debido a que la gente hace mucha actividad al aire libre, te da en la cara todo el año. Más bien lo que hay que hacer es protegerse un poco, porque si no, te requemas. Además, las mujeres de campo son prácticas y el sol que da en la cara molesta para mirarse unas a otras y hace daño a la vista. ¿Qué clase de costumbre es esa de sentarse mirando al sol? ¡Qué incomodidad! No, aquí se sientan de espaldas al sol…para que desde la espalda caliente todo el cuerpo, sí, pero sin molestar a la conversación ni a la vista.

Esta es una costumbre más que distingue a la gente de pueblo de la de ciudad. En la ciudad, es normal que la gente haga cosas molestas y lleve por ejemplo zapatos o ropa incómoda, todo para presumir, para parecer más interesante, más guapo, más enterado o más rico. En el pueblo-pueblo, lo que se busca es sentirse bien, estar cómodo, y no andar sufriendo innecesariamente. Tal vez es porque todo el mundo se conoce demasiado bien como para andar perdiendo el tiempo haciendo el paripé para aparentar no se qué, o tal vez es que sin esa comodidad no podrían trabajar como lo hacen, muchas veces en actividades que en la ciudad se calificarían como “deporte duro”. Allí, se va al gimnasio y se paga para imitar lo que en el pueblo es habitual.

Sea como sea, aquí, si el fuerte sol molesta, uno le da la espalda…en lugar de embardurnarse con mil cremas, comprarse carísimas gafas de sol último modelo, y aguantar el tipo ahí, como en la freidora, sólo porque el moreno luce bonito o porque en no se qué revista uno leyó que era bueno para la salud tostarse un poquito. Claro, como allí se vive todo el día como en invernaderos, sin ver la luz solar natural más que a ratos fugaces…

Aunque aún no sé distinguir por las caras quién es de Tabuyo y quién no, cuando vienen visitantes de fin de semana al pueblo me es fácil reconocerlos tanto por el estilo de la ropa como por los rostros pálidos y como ablandados. Pasa lo mismo con los ancianos de la residencia que vienen de fuera, y los que son de aquí de toda la vida y salen cada día a pasear o a atender sus asuntos. Los de fuera están todos blancos como el papel, con la piel de aspecto liso y blandito. Los de aquí están morenos y tostados, con la piel curtida, resistente, apretada. Y no hace falta decir quién me parece más saludable, claro…
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Planta Marciana

Esta es una pequeña entrada dedicada a una planta marciana. La llamo así porque brota en el mes de marzo (el nombre de marzo viene del dios Marte, asociado al planeta Marte)…y también porque a mí me parece que esta planta tiene una pinta digna de una peli de marcianos. O sea, es rarita, ella, con sus hojas que son como bolitas de color rojo intenso al principio (a veces verdes, si no les da nada el sol).

Es una plantita rastrera que crece en el bosque, entre la pinaza, o entre las grietas de las rocas. No hay gran cosa que decir sobre ella, pero a una persona como a mí, amante de los detallitos y las cositas pequeñas, me llama la atención. ¡Mira que es rara…! Este es su aspecto de ahora, en nuestros pinares:

Eso sí, este será su aspecto en el mes de mayo:

¿A que es bonita? ¡Si es que tenemos una variedad por estos montes, que para qué…!

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Un Jardin Infinito

Hay blogs de gente que habla sobre su jardín, personas aficionadas al cultivo de plantas ornamentales, flores y demás. Pues bien, yo tengo un jardín a mi disposición y es infinito: el campo entero. Vivo en un pueblo que no se caracteriza precisamente por la presencia de jardines cultivados, pero la verdad es que no lo echo de menos. Me basta con salir a pasear por los lugares habituales para disfrutar de una gran variedad de plantas. Y ahora empiezan las flores, poco a poco, a despuntar. Primero fueron los narcisos (que aún duran), ahora ya empiezan a despuntar otras…en un mes esto será como un jardín, solo que mejor, porque sale todo de manera natural y sin depender de la mano del hombre para eso. ¡Y en dos meses, para mayo, ya no digamos! Bueno, si hay algún lector del blog que sea aficionado a las flores, tendrá ocasión de ver alguna de las fotos que colgaré aquí a su debido tiempo.

Hoy, dos flores que seguramente pasan desapercibidas para la mayoría, porque son muy pequeñas:

Aquí, en la foto de arriba, una diminuta verónica, con sus características flores azules. Es una plantita que suele crecer en los linderos de las huertas o junto a algunos caminos y regueros. Chiquita, discreta, pero si se la observa de cerca, preciosa. Para los antiguos tenía propiedades medicinales, decían por ejemplo que lavarse con sus infusiones aliviaba las dolencias de la piel. Para los modernos, no se sabe porque no la han investigado mucho y no les parece una planta de efectos suficientemente potentes ni probados por la industria farmacéutica, que es la que hoy en día manda en estos asuntos. Sea como sea, está para hacer postales, ¡de lo bonitas que son sus flores azules!

Y aquí arriba otra flor, que crece en los caminos y prados de hierba corta. Sale así, pegadita al suelo y sin hojas visibles, sólo la flor y nada más. También son flores pequeñas, pero no tanto como las verónicas. Y si uno se toma la molestia de arrastrarse por el suelo para acercar su nariz a ella podrá oler un perfume parecido al del azafrán, dulce. Sí, esta flor se parece al azafrán también en su aspecto, pero no es azafrán, ¿eh? No he podido averiguar cómo se llama todavía, así que no puedo decir más.

Pues esas son las dos flores de marzo que más he visto estos días, las pioneras de la primavera que todavía no ha empezado según el calendario, pero que con el buen tiempo que hace, ya parece que esté aquí.

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sábado, 14 de marzo de 2009

Todo son Bienes

Una mañana, volvía de paseo por el camino de los molinos, cuando vi venir a lo lejos una mujer empujando una carretilla llena de sacos de piñas hasta los topes.
- Esta es la mía - me dije- voy a sacarle una foto, para que se vea que en este pueblo lo de recoger piñas para la lumbre va en serio.

Cuando la mujer estuvo cerca, la reconocí de otras veces en las que nos habíamos encontrado en el bosque, yo dando algún paseo y ella con su perrina, apañando piñas. Le pregunté si me dejaba sacarle una foto y no solo me dijo que sí, sino que, inmediatamente, se sacó la pañoleta, se acercó al arroyo, se mojó el pelo y se lo peinó, y se me puso enfrente, con el carrito delante, sonriendo.
- ¡Vaya, qué bien dispuesta!- le dije yo, sorprendida por la alegría y agilidad con la que, en cinco minutos, la mujer se había colocado para la foto.

No contenta con eso, y como para demostrarme que aún podía hacerse mejor, la mujer llamó a la perrita:
- ¡Venga, Marquesa, sube aquí!
Y le señalaba los sacos de piñas que llevaba sobre la carretilla. Marquesa no se hizo de rogar, y ante mi asombro pegó un pedazo brinco y se colocó encima de los sacos, mirando hacia mí, como si supiera que se trataba de salir en la foto con su dueña. Ahí estaban las dos, sonrientes, posando y esperando que yo dijera que ya estaba. Como ando con cámara recién regalada, que todavía no la sé manejar muy bien, me temo que las fotos que acompañan a esta entrada no son todo lo buenas que podrían haber sido, ni están a la altura de la buena disposición de las protagonistas de la foto. Pero en fin, es lo que hay.

Luego quise saber cómo se llamaba aquella mujer a la que tantas veces había visto y saludado, pero cuyo nombre no conocía. Me pasa mucho todavía, que conozco por las caras a un montón de gente de Tabuyo, pero ni se sus nombres, ni mucho menos los parentescos. Esto es un pueblo, enseguida todos me conocieron a mí y supieron dónde vivía y todo lo máximo que se podía saber sobre mi persona, pero yo estoy tardando años en conocerles a ellos. Supongo que es lo normal cuando llegas a una comunidad pequeña, donde además todos son medio parientes unos de otros.
Pues bien, la mujer me dijo que se llamaba Modesta.
- Ah, ¡Modesta…! Es que por la cara te conocía, pero por el nombre no.
- Yo sí, te conozco desde el principio. Fui yo quien te indicó dónde estaba la casa de Manuel cuando llegaste.
- Ahhh…vaya, casi no me acuerdo. Es que cuando llegué aquí todo era tan nuevo que…
- Ya, ya.

Entonces nos quedamos charlando un rato. La conversación derivó, inevitablemente, hacia mi avanzado embarazo, y entonces Modesta me contó que, cuando ella nació, a los 3 días se declaró la guerra, con lo cual su padre tuvo que alistarse y marchar al frente. Pero no estaba tranquilo habiendo dejado a su hija sin bautizar. Temía morir en la guerra sin haber podido cumplir con eso, así que un día que se encontraba en Astorga, aprovechando la cercanía, se medio escapó de noche y vino andando desde allí (¡30 km!). Cuando llegó a su casa aún no era de día, así que al llamar a la puerta nadie le había visto y las mujeres que había dentro no se fiaban. Como en tantos pueblos, sabían que por desgracia algunas veces llamaban a la puerta no precisamente para dar alegrías, sino para llevarse a alguien de la familia. Pero ante la insistencia de Antonio, el padre de Modesta, una de las mujeres dudó. ¿Y si de verdad era él? Parecía que sí, pero…¿y si era otro que las quería engañar? Ante la duda, ni corta ni perezosa agarró con una mano el cuchillo de matar gochos, y encaminándose a la puerta se dijo:
- Si es Antonio, bienvenido será, y si no es y viene a hacer mal, pues le rajo las tripas.

Ante este punto del relato, me quedé impactada. ¡Esa mujer era del mismo carácter que mi abuela del Bierzo, que en paz descanse! Sólo que mi abuela no echaba mano del cuchillo de los gochos, sino de un hacha que colgó detrás de la puerta, por si acaso. Estaba dispuesta a no dejar pasar a nadie que viniera a hacer daño a la familia, y se decía:
- Y en caso de que no pueda parar a los que vengan con malas intenciones, ¡por lo menos a alguno me llevaré por delante!

Con ese sentido de la justicia natural, mi abuela no pensaba rendirse ante las adversidades así como así, ni doblegarse ante posibles agresores. Afortunadamente para todos nunca fue necesario usar aquel hacha para eso. Hoy en día, mi padre aún la conserva como recuerdo. Es grande, yo no me veo capaz de manejarla, y eso me hace admirar más no sólo el temple de mi abuela, sino de tanta gente de antes. Ante las mismas circunstancias, hoy no sé qué haríamos.

Salí de este intenso recuerdo familiar, que había durado pocos segundos, para seguir prestando atención a Modesta y su conversación. Ahora la sentía más cercana, porque veía que procedía de una familia con un estilo similar a parte de la mía. Me contó que, claro está, no hizo falta usar el cuchillo de los gochos. Cuando vieron que de verdad era Antonio quien llamaba a la puerta se pusieron muy contentas. ¡Qué historias…! ¡Qué tiempos más difíciles se vivieron…! Yo estaba admirada aún por los 30 km que anduvo de noche el padre de Modesta, y ésta me decía:
- Ay hija, que no venga otra guerra mala como aquella, que estuvimos muy apurados.

Y me contaba más cosas sobre la miseria que se vivió tanto en la guerra como en la posguerra, y lo muy duro que fue salir de aquellos baches. Pero a pesar de lo que me contaba, enlazaba las dificultades pasadas con la alegría de vivir, siempre esforzándose por salir adelante, y me decía:
- ¡Todo son bienes, hija! ¡Todo son bienes!

Luego me contó cómo descargó ella sola un carro de patatas estando embarazada de nueve meses, y cómo aquella misma noche se puso de parto, y se asustó pensando si no se habría pasado de bruta, si no habría dañado al bebé con tanto esfuerzo. Tardó más de un día en parir y el marido ya estaba desesperado, pensando que tal vez la criatura se había muerto y por eso no salía. Pero no, vivía. Salió una niña que fue una alegría y de esa niña, hoy, tiene dos nietas, ya mujeres, de las que Modesta me hablaba orgullosísima. Y repetía:
- ¡Todo son bienes!

Había en sus palabras agradecimiento a la vida. Contaba las penurias como quien cuenta cosas que pasan, sin recrearse en lamentaciones y sin querer apesadumbrarme, como hacen otras personas, que te cuentan desgracias para que se te encoja el ánimo y sufras como ellos. Sentí que en cierto modo Modesta, sin proponérselo, me estaba dando enseñando algo. Hay muchas maneras de contar la propia historia personal, y no todo el mundo es capaz de terminar las anécdotas duras con expresiones de alegría y agradecimiento por lo recibido de la vida, sea esto como sea.

Luego, me deseó la mejor suerte del mundo para mi parto y nos despedimos. Me quedé pensando en la historia de aquel padre que anduvo 30 km de noche para bautizar a su hija, y deseé escribirla aquí, pero me pareció que no podía hacerlo sin su permiso. No es mi estilo andar contando cosas tan personales sin preguntar antes. Decidí esperar hasta que me la volviera a encontrar, y entonces veríamos. Además, me di cuenta de que no me había contado el final de la historia. ¿Habría podido el padre de Modesta bautizarla por fin…?

Y fue antesdeayer, que volvía hacia mi casa al caer el sol, cuando me detuve a contemplar una bonita escena. Había unas ovejas pastando en un pradito mientras, a lo lejos, sentada en una silla y enfrascada en una labor de costura, una mujer las cuidaba. La pastora costurera. Quise sacar una foto a las ovejas, y entonces la mujer me habló:
- ¿Salgo yo también en la foto? Si quieres me acerco.

¡Ah, era Modesta! No la había reconocido, porque estaba a contraluz y con la pañoleta tapándole la cabeza. Saqué fotos a las ovejas, y también una a ella, aunque (como ya dije) no salieron lo bonitas que yo hubiera querido. Esta cámara…¡ay, que no sé aún cómo manejar los enfoques! Si es que una se mete a fotógrafa sin tener ni idea, y luego pasa lo que pasa.

Bueno, pues ahí aproveché para preguntarle a la mujer si no le importaba que yo contara esa historia y saliera en internet. Se lo pensó unos segundos, y luego dijo que no:
- Di que a Modesta, la hija de Antonio, la vino a bautizar su padre andando desde Astorga…
- Pero entonces al final pudo hacerlo, ¿no?
- Sí, claro que sí. Llamaron al cura y me bautizaron. ¡Y luego tuvo que volver a marchar andando para Astorga!
- Vaya aventura, ¡eso es amor de padre!
- Sí hija, sí.
Yo no sabía qué más decirle. Me volvió a desear buena suerte para el parto, y preguntó si ya sabía si era niño o niña. Yo dije que no lo sabía, que habíamos decidido que fuera sorpresa hasta el final.
- Bueno, viniendo bien da igual… ¡Todo son bienes hija, todo son bienes!

Sonreí. Todo son bienes. Pues sí. Y me marché a casa, mientras ella daba las últimas puntadas a su labor y se levantaba. También su rato de pastoreo había terminado.
Gracias por tus buenos deseos, Modesta :-)
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lunes, 2 de marzo de 2009

¿A qué saben las yemas del pino?

(Aquí, en la foto, una yema de nuestros pinos, árboles protagonistas del tema de hoy. Porque esta entrada va de las propiedades medicinales del pino, aunque a mí, con mi imaginación disparada, me de por elucubrar con posibles usos condimentarios o gastronómicos, :-))

Dije que hablaría de las plantas medicinales de Tabuyo, y ¿por dónde iba a empezar, si no es por los pinos? Porque aquí tenemos pinos a punta pala, y ya que estamos rodeados de ese mar verde y fragante (¡qué bien huele el pinar, sobretodo cuanto calienta el sol!), pues no está de más decir, para quien no lo sepa, que el pino es una planta de virtudes reconocidas por la medicina. Es decir, me refiero aquí no a las virtudes “energéticas” de una planta (de las que hablé en la anterior entrada), sino a las virtudes químicas, que son esas que tanto le gusta sopesar y medir a la industria química y farmacéutica oficial. Y ahí están los pinos, un remedio conocido durante milenios para aliviar problemas como la tos…

Muchos tabuyanos trabajaron en el monte durante décadas, extrayendo la resina de los pinos, así que saben de sobra que estos árboles (pinus pinaster) pueden ser una fuente de riqueza. Pero la industria de la resina cayó hace décadas, así que dejaron de explotarse estos bosques para este fin. Aún se pueden encontrar en ellos, medio ocultos entre la pinaza, los recipientes de cerámica roja que se utilizaban para recoger la resina, y se pueden ver las partes descortezadas de los pinos, con la última resina rezumante ya reseca.

Así que todo ese aprovechamiento ya es sabido, pero creo que nadie por aquí ha probado aún a qué saben las yemas de los pinos, por ejemplo, ni si funciona el jarabe hecho con ellas para aliviar la tos. Tampoco se suele saber que la trementina, o resina, se ha utilizado tradicionalmente para hacer jarabes medicinales. Sí se sabe, aquí, que el “aire de los pinos” es bueno para los pulmones, y que desde siempre los médicos han afirmado que vivir junto a grandes pinares como éste es lo mejor para los enfermos de bronquios o los que tienes dificultades respiratorias. Pues bien, el aire de este bosque cura no sólo porque esté limpio y bien oxigenado (algo que sucede en cualquier bosque grande y bien situado) sino porque en él flotan partículas de la esencia resinosa de los pinos, ni más ni menos. De ahí procede precisamente su buen olor, de las sustancias oleorresinosas que desprenden los árboles.

Pero vayamos al grano. Tengo por aquí unos libros sobre plantas medicinales, y voy a citar, resumiéndolo mucho para no aburrir al personal, lo que dicen respecto a los pinos. Ahí va la cosa: “ La trementina (preparada y diluída en un jarabe) actúa ayudando a las vías respiratorias como expectorante (=ayuda a expulsar las mucosidades), balsámico (alivia la irritación bronquial) y antiséptico (=desinfectante). Si se utiliza externamente, en forma de emplastos, es rubificante (=enrojece la piel, activando y acelerando la circulación en esa zona), con lo cual se ha empleado para tratar dolores traumáticos y de origen reumático.
La esencia de trementina se ha utilizado en numerosos jarabes pectorales, aunque siempre vigilando su dosificación, pues en cantidades grandes resulta algo tóxica. Por eso se usa preferentemente por vía externa y en inhalaciones. También se pueden hacer baños curativos poniendo en el agua esencia de trementina, aceite esencial de pino o decocción de las yemas de pino. (Del libro “Gran Enciclopedia de las Plantas Medicinales, del Dr. Josep Luis Berdonces, editorial Tikal)

Sobre el uso de trementina o resina y sus derivados para tratar los dolores reumáticos y otros, el Dr. Pio Font Quer, en “El Dioscórides renovado”, dice aún más:
La trementina de usa para confeccionar emplastos, ungüentos, etc, que irritan la piel en mayor o menor grado, dependiendo de la sensibilidad del paciente (…) Contra el reuma y otros dolores, cuando se frota la piel con aguarrás, la piel se ruboriza y acaba inflamándose, según la insistencia de las friegas y la sensibilidad del individuo. Si se continúa con esto, se pueden producir ampollas (…)”

Bueno, esto nos indica que aunque la trementina es muy efectiva para activar la circulación (lo cual puede ser útil cuando ésta falla en zonas concretas), hay que tener cuidado y no pasarse, o será peor el remedio que la enfermedad. ¡Hay que enterarse bien de cómo se usa cada cosa! Por cierto, la pez que antiguamente se usaba para hacer emplastos, también procede de la madera del pino y tiene parecidas virtudes…¡y riesgos! Aquí en Tabuyo ya hemos oído las experiencias de más de una persona que, en el pasado, acudió a que le hicieran emplastos o curas para algún dolor y, como se usaba habitualmente la pez para “encañar” la zona, a veces la piel se irritaba demasiado. No es un remedio, pues, que valga para todos, pues hay sensibilidades muy diferentes y no todas las personas toleran igual las mismas sustancias. Sea como sea, la utilidad de la pez se basa en dos cosas: por un lado, al activar la circulación de la zona dolorida o enferma, en algunos casos podría acelerar su curación (en otros no, y estaría contraindicada, claro). Por otro lado, cualquier remedio que se mezcle con la pez, penetraría mucho más fácilmente en el cuerpo, a través de la piel.

Pero volvamos con el aguarrás natural o trementina. El Dr. Pio Font Quer continúa diciendo esto: “En medicina familiar es prudente no usar el aguarrás o esencia de trementina, como no sea a dosis muy pequeñas, de 1 a 3 gr. por día y nada más, batido en agua azucarada o melaza, y distribuido en varias tomas al día. En Portugal se usa el agua trementinada, que puede prepararse con una onza de esencia de trementina y 1 litro de agua. Se echa todo en una botella, se agita varias veces al día y al cabo de una semana se filtra. Con esta agua y doble cantidad de azúcar, en frío, se prepara un jarabito casero contra la tos y la bronquitis. (…) Para desobstruir los bronquios acatarrados se hacen inhalaciones o vahos con agua hirviendo y un chorrito de aguarrás.”

Bueno, ahora una advertencia: si alguien lee esto y tiene ganas de probar este invento casero, ¡cuidado con comprar un aguarrás cualquiera en la droguería! Hay que saber que, hoy en día, casi todo lo que te venden como aguarrás es “sustituto de aguarrás”, salvo que insistas al tendero que quieres comprar aguarrás puro, verdadero y al 100%. El sustituto de aguarrás es mucho más barato, sí, y parece que sea lo mismo, pero no procede de los pinos…sino del petróleo. Me pregunto si ese sucedáneo moderno del aguarrás no es uno de los responsables de que la industria de la resina haya caído en picado. Lo que antes sólo se obtenía de los pinos, ahora se fabrica por otros medios. Pero obviamente, las propiedades medicinales de una cosa y otra no pueden ser las mismas.

En fin, para esquivar estos riesgos y seguir echando mano del pino como planta medicinal, podemos hacer otra cosa. Sigo con el Dr. Pio Font Quer, que dice lo siguiente:
Sin embargo, mejor que usar esencia de trementina para suavizar la tos y combatir los catarros bronquiales, es preferible emplear los cogollitos tiernos de este pino o de otro pino cualquiera, que para el caso viene a ser lo mismo (o sea, usar las yemas del pino). Lo mejor sería usarlos recién cogidos, pero esto sólo es posible unos pocos días al año. Por lo tanto, será bueno recolectarlos en tiempo propicio, desecarlos rápidamente y guardarlos al abrigo del aire, de la luz y la humedad, en cajas o frascos bien cerrados.
Las yemas de pino se pueden tomar en infusión, que se prepara con una onza de ellas y un litro de agua hirviendo. Una vez en el agua, se tapa el cacharro inmediatamente, se retira de la lumbre y se deja enfriar. Se puede endulzar con azúcar. Se toma por tazas, de 4 a 6 al día, bien calentitas. Hay que procurar coger los cogollitos del pino cuando aun son yemas, cuando estén aún recubiertos por esas hojitas membranosas y rubias que los envuelven saliendo del invierno.”

Bueno, pues ahí queda una idea para el que quiera probarla, y esta no tiene riesgos ni contraindicaciones. Personalmente no he probado esto como medicina, pero sí reconozco haber comido algunas yemas, tanto de los brotes de hojas como de las flores de pino (éstas últimas justo antes de que empiecen a abrirse y a soltar el polen). Lo he hecho por curiosidad, para probarlas. El sabor es muy intenso y sorprendente, una mezcla de limón, resina y piñón, con un punto amargo. El regusto es tan aromático y fuerte que me pregunto si no servirían como especia para condimentar, o para hacer macerados. Supongo que si nadie usa esto, será por algo, pero a lo mejor también es que a nadie se le ha ocurrido, quién sabe. También he probado a masticar una aguja seca de pino, y el sabor es más suave aunque sigue siendo especiado, amargo pero con un ligero parecido a la canela. Como una aguja de pino es una hebra leñosa, es intragable, no se puede comer como las yemas, pero sí podría, tal vez, molerse. Un día lo probaré. Antes hay que asegurarse de que la pinaza se haya secado en un lugar limpio, y no usar la del suelo.

Y je, je, no es que sea tan extravagante que ande por ahí royendo a lo loco y sin prudencia las hierbas y las cortezas. Ni tampoco es que pase tanta hambre que me agarre a masticar pinaza, que no. Es que conozco los usos de las yemas del pino, y sé que no tienen sustancias peligrosas salvo que uno decidiera, qué se yo, comerlas a cucharadas como si fueran arroz. Tampoco creo que su paladar ni su estómago lo soportaran, pero por masticar 3 ó 4 no pasa nada.

Y es que me interesa probar estas cosas porque, por ejemplo de las agujas de los pinos, el Dr. Josep Luis Berdonces dice en su libro: “Las agujas del pino poseen importantes cantidades de catecol (una sustancia que actúa como protectora de los capilares), flavonoides, resinas y vitamina C, así como un principio amargo denominado pinicrina”

Por otro lado, los preparados de yemas de pino no sólo se pueden utilizar para la tos y los resfriados, sino para más cosas. En el libro “Cómo cura la gemoterapia”, de Eva Duo, ésta explica. “Las yemas de pino estimulan el aumento y la regeneración del tejido óseo y del cartílago. Así como el abeto es remineralizante para el niño que crece, el pino lo es para el hombre adulto que envejece. También es útil como remedio para la osteoporosis de la post menopausia, para ayudar a curar las fracturas óseas, y para aliviar reumatismos crónicos y artritis. Dosis: 50 gotas de jarabe de yemas de pino en poco agua, 3 veces al día. Contraindicaciones: no tiene ninguna”.

Claro que hacer el jarabe de yemas de pino al que se refiere esta mujer es bastante más complejo que preparar una infusión. La gemoterapia, o terapia con “gemas” o yemas de plantas, utiliza preparados hechos con medidas precisas, midiendo muy bien el peso de las yemas utilizadas, y haciendo un cálculo de cuánto pesarían si estuvieran secas. Luego hay que macerar las yemas frescas (no disecadas) durante un tiempo en alcohol, filtrar el líquido resultante, volverlo a diluir, introducirlo en frascos oscuros para conservarlo…en fin, que no es algo que se pueda improvisar. Lo menciono aquí como curiosidad. Si algún lector quisiera saber cómo elaborar en serio un preparado de éstos, tendría que investigar más…

Bueno, he querido iniciar el tema de las Plantas Medicinales ahora, porque pronto terminará el invierno y éstas brotarán por todas partes. Será entonces el tiempo de hablar de otras. De momento, me pareció que hablar en primer lugar del pino era lo más justo: a fin de cuentas gracias al pino han salido adelante generaciones de tabuyanos, y además vivimos rodeados de ellos. ¡Tenemos tantos remedios ahí, al alcance de la mano, que no usamos porque no los conocemos! Sin ir más lejos, vivimos casi dentro de plantaciones enteras de “medicina verde”, los pinos. Nuestro paisaje ES medicinal. ¡Que siga así muchos años, y que más generaciones puedan disfrutarlo!