miércoles, 24 de junio de 2009

Privilegios de Cabra

(En la cola de la tienda se oyen muchas historias. En primer plano, Rosalina. Detrás Esteban, Madalena y María)

Surgen montones de historias y comentarios que alrededor de una madre primeriza. Aquí conviven diferentes generaciones que han vivido de manera muy diferente lo de embarazarse, parir y criar a los hijos, así que hay tela para escuchar, cada quien dice la suya. Pero la historia que más gracia me ha hecho de todas ha sido la última, que trata de una cabra.

Me la contaba Rosalina. Al parecer, tuvo problemas para dar el pecho a una de sus hijas. Entonces compraron una cabra. Iba al monte en el rebaño, con las demás, pero tenía un trato privilegiado. La gente sabía que “estaba criando”, pues de su leche comía la hija de Rosalina, así que si a la cabra le entraba un antojo de berzas, pues berzas le dejaban comer. Si se salía del montón porque quería ir a comer otra cosa, pues nada, se lo permitían, no fuera a ser que le menguara la leche o que le faltara sustancia. A fin de cuentas, ¡un niño es un niño!, ¿quién no está dispuesto a sacrificar algo por la crianza de un bebé, aunque sea ajeno? Con lo cual la cabra se paseaba dichosa y ufana por donde quería…y la niña creció de maravilla. Así me lo han contado, y así lo cuento yo.

Pero la historia me ha dado qué pensar. Hoy, cuando las madres no consiguen amamantar a sus hijos, tienen esas “leches” de tienda para darles, lo cual realmemte es un avance práctico para ellas. Y en los pueblos ya casi no quedan cabras, y aunque las haya, a nadie se le ocurre que se pudiera criar a un hijo así. ¡La leche de farmacia parece tan limpia, tan sofisticada, tan perfecta! Y la pobre cabra, ¿qué es? Un bicho sucio con tetorras grandes y oscuras que vaya usted a saber por dónde las habrá arrastrado… Es lógico que una madre de ciudad, que no tiene cabras a la vista, vaya a la farmacia a por leche, pero ¿y en los pueblos…? Ya nadie echa mano de la leche de cabra, eso es cosa del pasado. Aunque en Tabuyo el caso de Rosalina no fue el único (he sabido de otros más, con resultados igual de buenos), a las nuevas generaciones no sé si les resultaría agradable la idea de echar mano de una cabra, en caso de necesitar leche para un bebé. Ni siquiera sé si yo me satrevería, y eso que sé de buena tinta que puede funcionar. Pero es que vas al médico y te meten miedo. ¡Ponen tantos problemas con los animales domésticos! Y con todo en general, o mejor dicho: con todo lo que sea natural y silvestre como la vida misma.

Parece que al final, para cierta medicina, la Naturaleza es un problema en sí misma, por lo menos tal cual está. Querrían hervir el monte para desinfectarlo y precintar con plástico los campos, por si acaso. Que si bacterias, que si posibles parásitos, que si…Bueno, es verdad que hay que ir con cuidado y tener unas mínimas medidas de higiene, pero creo que hoy se pasan, y parece que sea obligatorio recurrir a productos muy sofisticados para sobrevivir, cuando escuchando a nuestros mayores queda claro que no es así. O no tiene por qué ser así.

Le pregunté a Rosalina si la cabra tuvo nombre. Me dijo que no, pero que se le podría poner uno. Digo yo que se lo merecía, porque gracias a ella una niña salió adelante, y bien que le fue. Sirva esta entrada como homenaje póstumo a los animales domésticos que, como ella, hicieron posible o más fácil la vida de tantos tabuyanos. Gracias :-)

1 comentario:

Rocio dijo...

Gracias Marta por contar historias tan bonitas y cercanas. Soy la hija de Rosalina y puedo dar fé de que lo que cuenta mi madre es cierto. La cabra siempre tubo un ligar privilegiado en la familia y mi madre la cuidaba con esmero (y eso que no es muy dada a cogerle cariño a los animales). Cuando murió tanto mi madre como yo lloramos desconsoladamente. Hoy día sigo recordando exactamente como era aquella cabrita, con un pelo suave y limpia, y lo dulce que era conmigo.
Es cierto que a veces los médicos de hoy en día exageran un poco y parecen querer hacer un mundo esterilizado.
Yo desde aquí certifico que me crié hermosa y lozana y sigo están estupenda aunque un poco cabra si que soy.