viernes, 7 de agosto de 2009

Isabel y la Tradición de Acogida en Tabuyo

Este es un pueblo acogedor. A la gente le gusta detenerse y conversar con los visitantes y viajeros. No ponen mala cara ante las visitas, sino al contrario. También se puede notar que les gusta que haya gente nueva admirando su pueblo y deseando quedarse a vivir aquí, y eso no es tan común como se piensa. Hay pueblos mucho más pequeños que, en teoría, están necesitando una inyección de vitalidad y nuevos vecinos, pero la mayoría de sus habitantes no parecen desearlo y se cierran ante los nuevos. Prefieren ver morirse el pueblo antes que permitir que otros se instalen ahí. Son maneras de ser.

Cuando llegué aquí por primera vez, esta amabilidad fue una de las cosas que me sorprendió. Una de las frases que más escuché, mientras buscaba casas para alquilar y conocía a las primeras personas de aquí, fue: “Pasa, estás en tu casa”. Enseguida me hacían entrar hasta la cocina, junto a la lumbre, cosa que se agradecía, porque aunque era mayo hacía mucho frío. Por lo menos, para lo que mi cuerpo acostumbraba a vivir en esas fechas (venía de un lugar mucho más cálido) Yo alucinaba un poco, porque estaba acostumbrada a pasar por pueblos donde la indiferencia o las miradas esquivas son lo habitual, o donde cosas tan simples como entrar en un bar a tomar algo siendo forastero puede parecerse mucho a lo que se ve en las películas del Oeste. Entra el desconocido en el “Salón” y todos, sin moverse del sitio, le miran de reojo o por debajo del ala del sombrero, desconfiando de él. Como diciendo: “¿Y a ti qué se te ha perdido por aquí? ” El forastero traga saliva y pide algo en la barra mientras el camarero le sirve poniendo cara de póker, vigilando a su vez las reacciones del resto de concurrentes…

Pero no, aquí la mayoría de la gente se desvive para que te sientas a gusto en el pueblo. Por lo menos, de entrada. También es cierto que algunas personas tal vez disimulen y, por detrás, opinen cosas diferentes a las que te dicen por delante. También es cierto que, muy probablemente, algunos opinan que cualquier novedad es una amenaza para lo de siempre, porque esto ya les parece bien tal como está. Pero casos de esos los hay en todas partes y… sea como sea, ¿cómo no admitir que la cordialidad y la amabilidad Tabuyanas ayudan mucho al recién llegado?

Pues bueno, aparte de esta actitud general hacia el visitante, hoy en día hay en el pueblo alguien que se dedica a acoger visitantes, pero de un modo profesional. Es decir, ha hecho de ello un negocio y es su forma de vida. Se trata de Isabel, la dueña de la Casa de Turismo Rural “Casa del Herrero”, un negocio familiar, lo mismo que el “Bar el Pinar”, iniciado por sus padres. Pero lo bueno de este caso es que ninguno de los dos se trata de un negocio abierto hace dos días como quien hace un experimento, o para ganar dinero como sea, sino que se trata de algo que viene de muy lejos. Es casi una tradición familiar, por así decirlo.

Me enteré de esto cuando le pregunté acerca del bar, porque, como ya dije en su día cuando colgué aquí la conversación con Mónica, quería publicar otra entrada acerca del Bar El Pinar. Y entonces fue cuando Isabel me contó que aquel bar…¡tiene más de 40 años! Vaya, ¡con lo nuevo que me parecía a mí…! Y es que está reformado, claro. Isabel me explicó que, además, la Casa del Herrero surgió enlazada al bar, porque desde siempre se habían acogido visitantes, tanto veraneantes como trabajadores temporales, en la vivienda que había encima del local. Ella lo recordaba desde que era muy pequeña, de modo que abrir un negocio de lo que hoy llaman “turismo rural” no sólo no era algo nuevo para ella, sino también algo que le gustaba y se le daba bien hacer.

Me pareció muy interesante lo que me contaba. ¡He aquí una familia que lleva tiempo dando vida al pueblo de un modo especial y muy activo! Pensé que merecía la pena que me contara mejor todo eso, así que quedamos un día para charlar. Y de esa charla surge la próxima entrada: “Del Bar el Pinar a La Casa del Herrero" (Comer y Dormir en Tabuyo)
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