martes, 10 de febrero de 2009

Recuerdo de Tila


Hace un año que nos dejó Tila, pero llevaba desde enero acordándome de ella y sabiendo que iba a ser la primera persona de Tabuyo a la que iba a dedicar una entrada en exclusiva porque sí, no por nada concreto que hiciera, sino por el único motivo de haber sido ella misma.

Y es que, aunque no la conocimos mucho, porque llegamos sólo unos meses antes de que se fuera, Tila en esta casa dejó huella. Nos hacía reir, porque nos gastaba bromas casi cada día, aunque fueran tan tontas como llamar a la puerta y luego esconderse, como una niña. Cuando asomábamos la cabeza, asomaba también ella detrás de la esquina. Le brillaban los ojos y se le iluminaba la cara sonriendo, como diciendo: "¡Ah, estos chicos siguen vivos! Pero son como los bichos, que si no llamo a la puerta de su guarida, no asoman la cabeza ni dicen nada"
Y no podíamos enfadarnos, porque...¿cómo ibas a enfadarte con Tila, si se te contagiaba su risa?

La verdad es que sabemos muy poco de su vida, pero sí nos enteramos enseguida de que era una mujer que no sólo gastaba bromas sino que trabajaba como la que más, siendo "la fuerte" en su casa. Tampoco se quejaba nunca, o tenía que estar muy enferma para hacerlo, como sucedió al final de sus días. Me han contado que nunca iba al médico y que se lo curaba todo ella sola bebiendo caliente y poniendo a mal tiempo buena cara. No sé si será verdad, pero me lo puedo creer. En casa nos sorprendió mucho cuando nos enteramos de que estaba enferma, porque hasta el momento no la habíamos decir nunca "ay". Siempre la veíamos o bien andando resuelta por las calles, o en la huerta trabajando, o apoyada junto a su puerta o en la esquina, llamando a alguien, gastando alguna broma...y siempre, siempre riéndose.

Se la entendía mal, porque hablaba como en un idioma propio, medio inventado. Pero a nosotros no nos importaba. Cuando insistía mucho en algo y no lográbamos comprenderla, preguntábamos a Etelvina o a Sinda, que por vivir con ella toda la vida la entendían, y ya está. Otras veces captábamos lo que decía por su enorme expresividad gestual, o porque...bueno, porque poníamos muchas ganas en ello.

Hay muchas anécdotas que recuerdo estos días sobre sus comentarios, llenos de desparpajo y sin pelos en la lengua, acerca de algunas personas. No tenía empacho en decirle a cada uno lo que pensaba, y si le tenía que llamar "tiñosín" en un arranque de indignación pasajero, como una vez le oí decir a alguien, lo hacía. Y si a otro le llamaba "mi amigo", pues también. Se le iluminaba la cara cuando veía a alguien a quien apreciaba, y se ponía en guardia cuando alguna cosa no le convencía.

Tila estaba más allá de los formalismos y las convenciones sociales, pero había logrado ser aceptada y hacerse querer a su manera. Nosotros, en casa, la verdad es que enseguida la apreciamos mucho. ¿Por qué? Pues no lo sé, tal vez por esa sinceridad apabullante, por no andarse con rodeos y por su sentido del humor. Con Tila sabías a qué atenerte, hasta podías reñir y al rato ser tan amigos.

Cuando sufrió el ataque y fue ingresada en el hospital, enseguida la echamos mucho de menos. Pensábamos que teníamos vecina Tila para rato, ¡y ahora resulta que se nos iba tan pronto! Sentimos un vacío en el pueblo, porque estábamos acostumbrados a verla o sentirla siempre ahí, a la vuelta de la esquina. Añorábamos su broma de llamar a la puerta y esconderse, y las voces que daba en su jerga personal. Creo que a muchos vecinos del Barrio Nuevo les pasó lo mismo, porque Tila estaba muy viva y llenaba las calles con su presencia. Tuvieron que pasar meses hasta que nos acostumbramos a no verla más.

Hoy me da por imaginar que, fiel a sí misma, Tila anda gastando bromas a San Pedro, llamando a la puerta del Cielo, entrando y saliendo a su gusto para ver todo lo que hay que ver y mantenerse informada. San Pedro, como nosotros, sin duda meneará la cabeza, sabiendo que no va a cambiarla y cogiéndole un gran cariño. Seguramente ella se sentirá orgullosa de poder decir que San Pedro es su amigo, y disfrutará de la diversidad enorme de gente que, en el Más Allá, comparta esa clase de existencia con ella.

Y allí, eso sí, no tendrá problemas para hacerse entender. ¡Para eso el Cielo es el Cielo! ¿Y qué es el Cielo? Pues es un lugar, o mejor dicho un estado de ser donde la gente se entiende con el corazón, sin necesidad de palabras. Así, de corazón a corazón, allí se entienden unos con otros los chinos, japoneses, hindúes, africanos, franceses, rusos, españoles...y Tila, con su pequeño idioma personal, único en el mundo, porque allí no importa eso del hablar, sino el corazón.

Porque aunque dije al principio que no la conocimos por mucho tiempo, a nosotros no nos quedó ninguna duda de que Tila tenía un gran corazón, y de que lo mantenía abierto para acoger a sus amigos y comunicar, desde él, sus sentimientos. Tal vez sus palabras no se entendían, pero lo que su corazón decía, sí.

El día que el Cielo esté verdaderamente en la Tierra, todos nos entenderemos sin problemas y no veremos diferencias entre ricos o pobres, guapos o feos, bien hablados o mal hablados...Nos dará igual y la comnprensión mutua será total e instantánea. Hasta ese día a la humanidad le falta un trecho por andar, qué le haremos, pero quiero creer que Tila ya disfruta de eso.

Esté donde esté, le dedico esta entrada y toooodo este montón de palabras. Ella no tenía mucho discurso que ofrecer, pero me dio otras cosas a cambio: calor y acogida de "vecina", sencillez de trato, alegría, sinceridad. No tuve mucho tiempo de corresponderla, pero le agradezco lo suyo con lo que yo puedo dar, porque más no tengo: mi escribir, mi hablar.

Así que hoy, por todo lo alto y a través de internet, (para que no se diga), quiero que todo el mundo sepa que agradezco haber conocido a Tila y que deseo que esté feliz y en paz donde sea que esté. Lo mejor que puedo hacer por ella es esto, y sonreír...
¡Hasta la vista, Amiga!

...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena, Marta, esta semblanza de Tila. Yo no la conocí; pero a través de ese personaje, reconozco a otros de nuestros pueblos. Tu abuelita Hortensia habría querido mucho a Tila pues era amiga de las personas como ella.

Elvira dijo...

Hola Marta !!!
Soy Elvira, vivó en Vitoria, pero también se lo que es ser vecina de Tila, ya que la casa de mis padres en Tabuyo esta enfrente de la suya.
Este comentario llega un poco lejos del mes de febrero, pero considero que cualquier día es bueno para recordarla.
A mi de pequeña me gastaba muchas bromas y yo como niña huía de ella, hasta que al crecer descubrí lo que de verdad era Tila.
Cuando llegabamos a Tabuyo para empezar nuestras vacaciones, su cara como tu bien dices reflejaba felicidad, por ver que el barrio tomaba más vida. creo que era la primera en darse cuenta que ya habíamos llegado.
Un abrazo para ella!!!