domingo, 1 de febrero de 2009

Una Buena Nevada

Estaban los tabuyanos quejándose porque este año aquí la nieva hacía el bobo y no terminaba de caer como Dios manda. Había habido más hielo que nieve...hasta hoy :-) Esta mañana amaneció todo blanco, y la nieve seguía cayendo bien. Se veían caras de satisfacción en el bar, a la hora del café matinal, y es que la nieve es buena cosa para el campo. Además, se queda uno con la sensación de que cuando nieva como tiene que nevar las cosas son como deben ser. El mundo no se termina aún, el invierno sigue siendo invierno, y Tabuyo sigue siendo Tabuyo, aunque hoy las grandes nevadas sucedan sólo cada cierto tiempo, y no cada año, como antes.

Rubén y yo no quisimos renunciar a nuestro paseíto matinal, y caminamos hasta la encrucijada de los molinos. Más allá los caminos permanecían intactos, sin rodadas de todoterrenos, y la cantidad de nieve acumulada hacía muy lento y trabajoso andar. Como tampoco queríamos cansarnos, nos paramos allí, bajo un pino retorcido que a mí me encanta. Es un pino de ésos que aquí abundan tanto y cuyo tronco crece como en espiral, en lugar de recto. Puede que para la madera no sean rentables, pero son muy bonitos. (Los chinos y los japoneses, que siempre pintaban escenas de la naturaleza con formas caprichosas, fliparían con los pinos tabuyanos y pintarían acuarelas increíbles).
Y lo que más nos chocó, estando allí refugiados bajo las amables ramas del pino, fue oir los ruidos de los mini aludes que se producían cuando se caía de golpe toda la nieve acumulada en algún árbol. Se veían nubes de polvo de nieve cayendo por aquí y por allá, en plan cascadas blancas. Todo un espectáculo. También se oía, de vez en cuando, el crujido de alguna rama al romperse por el peso de tanta nieve.
Volvimos al pueblo andando despacio, saboreando el paisaje. Blanco por arriba, blanco por abajo, en un día de ésos que no sabes dónde acaba el cielo y dónde empieza la tierra. Luego, al llegar a casa, ¡cómo se agradece el fuego de la cocina de leña!...

Y además, es domingo. O sea, que ha nevado así de bien en un día perfecto para no hacer nada, o casi, salvo estar con la gente, mirar cómo nieva y disfrutar del calor del hogar...
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