lunes, 14 de diciembre de 2009

Solo se puede Mirar, Prohibido Tocar

(de Marta, aún desde la Gran Ciudad)

(Los mercadillos de Navidad han sido los que me han dado más que pensar estos días. Por cierto, si alguien aún tiene dudas de lo que puede llegar a valer el monte, le diré que un pinito de nada - metro y medio- se vende por 30 euros. Claro que han sido cultivados para esto, y muchas familias viven de estos cultivos de pinos de navidad. Pero los que, como en Tabuyo, viven en medio de monte "libre", ¡no saben el valor que tiene eso! Definitivamente es IMPAGABLE)

Como seguimos en la ciudad, he tenido la oportunidad de pasear por uno de los típicos mercadillos que se montan unos 20 días de Navidad, y donde se venden toda clase de cosas para adornar la casa: figuritas para montar un Belén, arbolitos, guirnaldas, velas, bolas, cintas, etc.

Al principio me pareció que a Uriel le gustaba ver de cerca tantos pinitos, aunque fueran cortados o en maceta. Seguro que le recordaban al monte tabuyano. Así que volví varios días, para pasear junto a los arbolitos, ya que aquí no es que haya pinos cerca, que digamos. Hasta que me di cuenta de que en realidad esos paseos no le gustaban tanto. Se ponía muy nervioso porque, viendo tantas cosas, él tenía que ir en el carrito, sin poderse mover libremente, y además casi nada de lo que veía lo podía tocar, porque no solo no era nuestro, sino que además su dueño estaba ahí delante, vigilando. A veces, yo me hacía la loca, miraba para otra parte y dejaba que el niño agarrara una ramita de abeto...pero claro, aquello no podía durar eternamente, al final nos miraban con cara rara. Señora, ¿ud. viene a comprar, o qué? Ejem. Era normal que el comerciante se mosqueara, pero también era natural que mi hijo se pusiera de los nervios. Me quedé con la copla y no volvimos más. ¿Para qué, para hacerlo sufrir?

Pero paradójicamente estos mercadillos son la meta de numerosas mini excursiones de guarderías y colegios. ¡Parece que nadie más se da cuenta de lo que sufre un niño cuando no para de ver cosas maravillosas, que sin embargo no puede ni comprar, ni tocar libremente! Así que llevan allí de paseo a los niños en el horario de menos público, para no perderlos y para que "vean" cuántas cosas bonitas hay...qué cosa feliz es la Navidad, etcétera. A veces se ven grupitos de críos agarraditos todos a una cuerda, y en hilera, porque son muy pequeños. Otras veces, la mayoría, van sueltos pero bien guardados por varios maestros o monitores. Y lo hacen con la mejor intención del mundo, claro, pero...

El último día que estuve allí había una excursión infantil de ésas. Yo estaba mirando a los niños, que saltaban expectantes en la entrada del recinto, cuando oí a una de las maestras que, gritando para ser bien oída por todos (y para reforzar la importancia de sus palabras) les ordenó:
- A partir de ahora, en todo el rato que estemos aquí, de todo lo que veais NO SE PUEDE TOCAR NADA, ¿entendido? PROHIBIDO TOCAR. Se PUEDE VER, pero no tocar.

Pongo en mayúsculas lo que la buena mujer acentuaba, gritando, para que les quedara claro a todos los niños. Y es lo que estaba diciendo. Prohibido tocar. Ya. Pero ¿en qué clase de mundo estan creciendo estos niños? Para Uriel va a ser diferente, porque en cuanto tengamos la oportunidad, volveremos al pueblo, lo "soltaremos" en el monte, y que "toque" todo lo que quiera hasta aburrirse. No se van a gastar los pinos, no se va a romper la tierra, nadie llorará por un palito que se parte, o por una piedra que se cambie de sitio. Y poder experimentar esa libertad, ese desahogo, esa amplitud de horizonte creo que, para un niño pequeño, es esencial. Pero...¿qué va a ser de los niños de ciudad?

Me puedo imaginar su vida cotidiana. Van al súper con la mamá, y todo es "Niño, no toques". Van a la escuela y todo es "niño estate quieto" Están en casa, y sólo pueden tocar lo suyo, pero nada más, y además también tienen que estar bastante quietos. Los pisos de ciudad están llenos de peligros: "No te subas al balcón, que te puedes caer y te matas. Mejor, ni salgas al balcón, que pasan coches y está sucio de humo. No juegues a la pelota, que rompes los cristales. No grites, que molestas a los vecinos. No toques esto, que es un recuerdo de tía Flora y lo vas a romper. No toques aquello, que te electrocutas. No andes descalzo, que me dejas huellas en el parquet..."

¿Qué acaba pasando? Pues que a los niños se les da en todas partes la misma consigna, ya sea directa o indirectamente: "PUEDES VER, PERO NO TOCAR. Puedes mirar - y distraerte mirando- pero no moverte demasiado. Nada de jugar saltando. A estarse quieto. Y sea lo que sea que veas, cuidado, porque probablemente NO será para tí, ni vas a poderlo disfrutar".

Claro, esto encaja perfectamente con la moda del momento (que no ha hecho más que empezar): las pantallas de tv, ordenador, o videoconsola donde los niños VEN cosas y donde se quedan como ko, colgados, tan sólo mirando...sin moverse...sin arriesgarse...sin usar nada de su cuerpo que no sean las manos (para el mando a distancia o el teclado) o, sobretodo, los ojos.

Visto así, casi me parece que esta clase de "juguetes" son fruto de una especie de conspiración silenciosa que intenta (y consigue) que los niños estén quietos, no molesten y no rompan cosas. Y es que viven en un mundo que, de tan anti natural, cada vez es menos adecuado para un niño. Y ése es el mundo de la ciudad...O , por lo menos, de muchas de las ciudades. Un mundo donde no hay ningún espacio libre, ningún espacio verdaderamente natural, ningún espacio verdaderamente seguro. Ni siquiera el hogar, porque los pisos de hoy y los objetos y electrodomésticos y demás que los ocupan parecen diseñados sin pensar en los niños. Como si no existieran, o como si no tuvieran mucha importancia. Como si los niños, en lugar de ser la esperanza de futuro y la MAYOR RIQUEZA de un hogar, se hubieran convertido en ciudadanos de segunda, en pequeños incordios que dan mucho trabajo y molestan mucho, pero que se toleran porque, casi de manera explicable, oye, resulta que se les quiere.

Aquel día, cuando oí lo de "prohibido tocar, sólo se puede mirar", sentí compasión por aquellos niños, pero también me prometí decirle lo menos posible eso a mi hijo, por lo menos mientras pudiera. Voy a intentar que pueda estar siempre en entornos amigables, libres, donde el mayor riesgo que pueda tener sea encontrarse un bicho (y ya le enseñaremos a no hurgar donde no debe, para evitarlo, y a reconocer los animales peligrosos) Se cree que el campo es peligroso,pero más peligroso me parece enseñar a un niño que sólo en la realidad virtual es libre, que sólo ahí puede disfrutar, y que el resto del mundo, la naturaleza misma, es algo extraño, lejano, prohibido.
(Por vender, venden hasta musgo, arena y...piedrecitas de río. Sí, hasta eso te venden en bolsitas porque, por raro que parezca en el pueblo, aquí NO hay de eso. Y la gente de ciudad, huérfana de la naturaleza, termina gastándose cada año puñados de dinero en imitar el monte en un rincón de su casa. Les hace felices, claro. Y cómo no, si no tienen otras opciones...Los tenderos de estos mercadillos ayudan a los urbanitas, vendiéndoles pedacitos de campo que son como aire fresco y el recuerdo de lo que, un día, fue el entorno de todos)

Es para pensarlo. Durante cientos de miles de años, el ser humano ha vivido de otra manera, en entornos inmersos en la naturaleza. Sólo en los últimos 30 ó 40 años se está sofisticando todo tanto. Pero el cuerpo humano sigue siendo el mismo que hace 500mil años, más o menos. ¿Cómo les sentará a los niños de hoy vivir desconectados de lo que de verdad es real, del mundo natural?

Bueno, pues no soy la única que se pregunta esto. De hecho, mucha gente no sólo se lo pregunta, sino que incluso han hecho sus teorías. Un periodista e investigador americano, Richard Louv, ha escrito un libro titulado "El Ultimo Niño en el Bosque". En este libro denuncia la actual manera de educar (o maleducar) a los hijos, apartándolos de la naturaleza y cortándoles la libertad de jugar en el aire libre. Y describe un "síntoma", común a numerosos desequilibrios y/o posibles trastornos infantiles nuevos. Se trata del "Déficit de Naturaleza". Tener Deficit de Naturaleza es, pues, a partir de ahora, la manera moderna de decir que un niño está sofocado, agobiado y encerrado, apartado del campo, del aire libre.

Los que vivimos en pueblos como Tabuyo tenemos suerte, pero tal y como están las cosas por ahí, cada vez somos más privilegiados. El entorno es, para un niño, de lo mejor. Falta que la moda de las pantallitas no pueda más que lo natural, y que los niños puedan seguir saliendo a jugar al campo, aunque también pasen horas junto al ordenador. Y es que no creo que puedan evitar caer en esa tentación, ya que se les mete por todas partes. Lo llamo tentación porque, aunque a una servidora le gusta el teclado, no estoy segura de que tanta pantalla y tanto afán por meter ordenadores en la escuela y a todas horas no sea una idea peor de lo que nos pensamos. ¿No es suficiente con las horas de pantalla que pasan los niños, que hay que aumentarlo todo metiéndoles más y más horas de "sólo ver" en la escuela? La tecnología es elegante, glamourosa, seductora, y siempre parece que es buena de por sí. Pero eso no es tan seguro. Los excesos de cualquier cosa siempre son malos, y me parece terrible descubrir que también los niños de pueblo (a veces) sucumben ante las nuevas modas y, en lugar de disfrutar saliendo al monte, prefieran quedarse en el cuarto, quietos frente a su pantallita. La tentación es demasiado fuerte. Qué mundo éste.

Bueno, ya me enrollé...Total, lo que quería decir es que me alegra no estar obligada a vivir en la ciudad, y que aunque vayamos a quedarnos para pasar la Navidad, ya tengo ganas de volver. Y es que también a mí, niña grande que soy, me pesa no tener el bosque al lado, y disfrutar de cosas tan tontas como sentarme bajo los pinos, ver el atardecer y respirar...
...

2 comentarios:

sustine hefalu dijo...

Mas que una cuestión de busqueda de naturaleza en la contraposición del CAMPO y la CIUDAD, de lo que se trate tal vez sea de la capacidad de carga de los espacios. Es decir que capacidad de gente es capaz de aguantar un espacio para que los que lo ocupen no se sientan asfixiados.
Las Ramblas de Barcelona hace tiempo que superaron esta capacidad de carga, y su paso por ellas hace desear a renglón seguido un baño de aislamiento o soledad que la inmersión en naturaleza es la que puede dar .

Marta de Paz dijo...

Me parece que en parte tienes razón, pero hoy en día ciudad equivale casi siempre a aglomeración. Incluso en ciudades amplias como París o Londres, aunque existen barrios muy "descomprimidos" (casitas unifamiliares sueltas, con parcelitas de hierba/árboles/naturaleza en medio de ellas), esa no es la tónica dominante, sino la excepción. ¿Falta de espacio o terror a vivir "separados"? Un poco de todo, supongo.