sábado, 5 de diciembre de 2009

¡Si lo vieran en Tabuyo...! (Lo que vale un repollín)

(El repollo que protagoniza esta entrada, en su jarrito de flores)

Lejos del Teleno, en la brumosa y lejana gran ciudad, tengo la oportunidad de comparar, una vez más, cómo es la vida aquí, con la vida que dejamos atrás (¡eh, pero sólo por un tiempo!), en Tabuyo.

He de confesar que, a estas alturas (ha pasado un mes, y aún no volvemos), me he puesto muy nostálgica. Nos hemos puesto, mejor dicho. Pensamos, sobretodo, en el monte, en el bosque… Nos preguntamos si habrá nevado, e imaginamos lo bonito que debe estar aquello. A nosotros, que nos gusta el frío y el silencio que se adueña de la naturaleza en invierno, nos parece que esta es la mejor época para estar en el pueblo: a finales de otoño, cuando los colores aún son intensos pero la nieve hace su aparición.

Entonces, sentimos añoranza del silencio de la naturaleza, muy distinto al que se nota dentro de un edificio. Nos invade la nostalgia del olor de los pinos y hasta del calorcito de la lumbre, allí en la cocina, mientras comemos, ay. Pero bueno, que nadie piense que sufrimos. También he de confesar que personalmente me estça viniendo muy bien estar aquí, dejándome querer por la familia (encantados de nuestra visita) y entregándome a unas auténticas vacaciones por primera vez en muuucho tiempo. De esas en las que no te puedes preocupar por nada, ni hacer nada, porque no te dejan. "Tú a descansar, que con cuidar del niño tienes bastante" Se agradece.

Pero a lo que iba. Un día de éstos, paseando por ahí los tres, nos paramos en una floristería para comprar algo que alegrara nuestra habitación. Es que en la ciudad parece que entren ganas de ver flores, o de algo verde y vivo que anime la cosa. En el pueblo, ni pienso en eso. ¿Para qué, si nada más salir tengo de todo ahí fuera, y lo disfruto cada día? Pero aquí… Y bueno, pues resultó que la señora tendera se empeñó en vendernos un brote de repollo. Lo que digo. Nos mostró, orgullosísima y segura de que estaba vendiéndonos “lo más de lo más”, un cubo lleno de ramos de lo que, sin duda, eran coles y, sin casi darnos tiempo a responder, empezó a prepararnos una, añadiéndole, para “rellenar” y hacer bonito, hojas de planta de espárrago. ¡Hay que ver lo que daría de sí una huerta tabuyana, oye! Luego la florista lo envolvió todo en un celofán transparente, lo ató con cuatro hebras de paja alrededor, para darle un toque más rústico (que también es lo que está de moda), y hale, 3 euros por el repollín.

A mí me dio la risa tonta. Pensé: "Si tú supieras de dónde venimos, maja, no querrías vendernos repollos para adornar la mesa" La florista debió de pensar que mi sonrisa era de alegría, o de asombro ante la maravillosa novedad que acababa de vendernos, y aún añadió, para darle más importancia al asunto, que una amiga suya recién había vuelto de Nueva York y allí, lo más "fashion" era llenar de coles los jardines. Y no para comerlas, sino para hacer bonito, hale. Eso sí, el repollo que acababa de vendernos era un tipo de planta especial, un híbrido genético de ésos en los que cruzaron rosas con coles, para que el brote saliera más cerradito y redondito.

Bueno. No le quise quitar la ilusión a la buena mujer. La verdad es que la col era muy mona ella, y me parecía simpático comprarla, como un chiste. Sólo que nunca hubiera pagado 3 euros por un único brote de repollo. Con cruce de rosa o sin cruce, no deja de verse como una col pequeña. La semana anterior, por 3 euros habíamos comprado tres preciosas flores grandes, así que se nos quedó cara de tontos. Pero bueno, ya estaba hecho. Pensé: “Vale, nos llevamos la col, pero lo voy a contar en el blog”.

Ahora tenemos un bonito repollito sobre la mesa de nuestra habitación. Cada vez que lo miro, me pregunto cómo estarán por Tabuyo…y lo bonitos que son los repollos, je, je. A veces las modas se acercan a lo rural, y sacan a los escaparates montones de cosas que, en los pueblos, nadie valora precisamente por su estética. Para nuestros abuelos, las berzas son cosas para comer, y ya está. ¡La cara que pondrían si vieran mini repollitos en las floristerías de ciudad, vendidos como si fueran un producto de lujo… y que, encima, por los tramientos químicos que llevan, no te puedes ni comer!

...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece simpatiquisimo lo del repollo, de verdad. Como dirian en Tabuyo: !ya no saben que inventar!

Manuel Bonilla dijo...

Juas, que me troncho!

Esto tengo que enseñarlo por aquí.

Y me recuerdas que llevo unos días pensando en escribir acerca de los precios de algunas cosas que se producen por estas tierras (y tantas otras) en comparación con lo que se pide por ellos luego en los mercados de las ciudades...
A ver si me animo y hago algunas preguntas a pastores y agricultores.

Disfrutad de las vacaciones! Besos

P.D. Voy a ver si puedo subir algunas fotos para que veáis cómo está esto :-)