jueves, 1 de enero de 2009

Concierto de Año Nuevo

(Colores en el bosque, hoy)

Todas las mañanas de Año Nuevo, se retransmite por algún canal de televisión un concierto de música clásica tocado en alguna ciudad lujosa y tradicional. Viviendo en la ciudad, es posible oir los ecos de este concierto, sonando desde alguna televisión, en medio del silencio que se produce en esa mañana. Y es que muchísima gente, especialmente joven, duerme hasta el mediodía para recuperarse de las consabidas juergas de la noche de Fin de Año.

Pero esta mañana Rubén y yo hemos podido disfrutar de algo diferente y, para mí, más apreciado que el famoso concierto. Salimos a dar un paseo, y nos adentramos en el bosque, que estos días está todo brumoso por las nieblas, pero precioso porque los colores lucen vivísimos debido a la humedad. ¡Qué colores verdes, por Dios! ¡Qué contrastes entre los rojizos y negros de la tierra y la pinaza, los blancos y grises de los líquenes y las piedras de cuerzo, con el intensísimo verde de las hojas de los pinos, del musgo y de los pequeños brotes de las plantas...!

Húmedo, brumoso, sin sol, pero fresco, limpio, blandito y fragante: así estaba el bosque hoy. Y entonces...¡oh, regalo!, recibimos gratuita e inesperadamente nuestro Concierto de Año Nuevo. ¡Se puso a cantar un pájaro de una manera...! Bueno, yo no entiendo de pájaros, pero hasta podría ser un ruiseñor, yo que sé. Nos quedamos atontados ahí, en silencio y sin movernos para no asustarlo, escuchándolo, sorprendidos no sólo por lo bonito de su canto, sino porque en estos meses no es muy común oir pájaros melodiosos en el bosque. Oyes los gritos de cornejas, pegas, algún gorrión...pero no esos trinos que parecen más propios de la primavera.

Estuvimos un buen rato escuhando el concierto, hasta que el pájaro desconocido se cansó, o se marchó a otra parte a continuar con su sofisticado tralarírori. Entonces comentamos lo muy afortunados que éramos porque vivíamos en un lugar que nos permite salir de casa andando y, en apenas cinco minutos, estar en medio del bosque, disfrutando de estas cosas libremente. Recordamos cómo en otros paisajes es difícil acceder a las zonas naturales, y a veces no porque no existan, sino porque están todas valladas y tienes el paso prohibido hacia casi todas partes. Casi no puedes salirte de los caminos, porque todo el mundo se esfuerza en determinar que ese prado, o aquel bosquecillo, o aquella otra parcelita de onte es suya y nada más que suya, y ay de tí si te atreves a pisarla.

Aquí el monte sigue siendo de libre acceso, asequible, de una presencia cotidiana y casi familiar. Agradezco enormemente poder disfrutar de esto, y me propongo hacer por mi parte lo posible para que así siga siendo. Sé, porque me lo comenta gente del pueblo, que existen iniciativas e ideas para lograr que el monte (y el bosque) se sigan cuidando, pero buscándoles usos nuevos que hasta ahora en este lugar no se han aprovechado mucho, o están tan sólo iniciándose, como la micología o el senderismo y excursionismo. Si sigo viviendo aquí y las circunstancias me lo permiten, espero poder colaborar en lo que haga falta. Este monte es un tesoro, y en este día de Año Nuevo brindo por el éxito de las nuevas iniciativas. Es más, ya que es un buen día para expresar los deseos para lo Nuevo que viene, pido que siga la inspiración y que la fuerza acompañe y sostenga a todos los que intentan sacar esto adelante. Gracias, y Feliz Año Nuevo a ellos también.
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