jueves, 8 de enero de 2009

Generosidad, o La Culpa la tuvo la TV

(Del tema de la leña ya hablaré otro día, pero he querido poner aquí esta foto porque muestra uno de los tantos gestos de ayuda generosa que hemos recibido por parte de nuestros vecinos. En la imagen, que es del otoño del 2007, se ve a Salvador, un hombre a quien nisiquiera conocíamos, partiéndonos unos tronquitos porque sí. Sencillamente nos vio resoplando a los de ciudad y se acercó a echarnos un cable, tal como hicieron Manolo y Rosalinda, y tal como estaba haciendo Nacho aquellos días...Pero he puesto la foto de Salvador porque hoy está en la residencia de ancianos, algo incapacitado desde un ataque de sufrió en invierno, y quiero así recordar la clase de hombre que era y agradecer su gesto de aquel día. Como se ve en la foto, para él partir troncos era como romper palillos, una nadería. ¡Y a su edad...! Nosotros, viéndonos a su lado, son sentimos ridículos como piojos. En teoría deberíamos ser más fuertes por ser más jóvenes, pero ja. ¡Niños de mantequilla...! Hoy, Rubén y Manolo ya progresan en el arte de partir troncos. Yo sigo de inútil :-P, y debido al embarazo lo dejo para un futuro...tal vez...)


La culpa la tiene la Tele. Esta fue la conclusión indiscutible con la que nos sorprendió Gerardo, un día en que él, Andrés y David estaban contándonos a Rubén y a mí, en el bar, cómo eran las cosas por aquí antaño. Hablaban de la pérdida de la GENEROSIDAD antigua, y si alguien se pregunta qué relación hay entre esto y la televisión, que siga leyendo, porque voy a explicarlo. A mí por lo menos me quedó clarísimo.

Pues bien, aquellos tres hombres nos contaban una mañana cercana a Reyes cómo, antiguamente pero no hace tanto tiempo (pues ellos lo recordaban muy bien) las gentes se ayudaban unas a otras en todo. Si iban a segar, se repartían la faena y, a medida que unos terminaban, avanzaban hacia la posición del que todavía estaba trabajando, ayudándole hasta que terminaba, y así sucesivamente. De este modo, se intentaba que todos pudieran marchar a casa al mismo tiempo.

Si alguien necesitaba construirse una casa, todos iban con los carros a acarrear piedras (aquí las casas eran todas de piedra), de manera que cada casa vieja del pueblo, casi con seguridad, tiene en sus muros la huella de la ayuda de media comunidad o gran parte de ella. Y así, podríamos seguir con más ejemplos de trabajos duros que, sin embargo, se hacían más llevaderos porque los vecinos no permitían que nadie se quedara descolgado, trabajando a solas con algo así. Hoy por tí, mañana por mí, el caso es que muchísimas cosas se hacían en grupo.

- Pero hoy- decían- si ven a uno que está ahí sudando la gota gorda, nadie le ayuda y piensan que ya se las apañará.
- Uy, - intervine yo- ¡pero aquí todavía se vive mucho lo de ayudar! A nosotros por lo menos nos han ayudado varias personas desde que vinimos, y lo han hecho por buena voluntad, sin interés. De hecho, es algo que nos ha llamado mucho la atención...
- Bueno, hombre, algo queda de aquello, pero no se puede comparar con lo que era antes- dijo uno de nuestros vecinos, quien precisamente hace menos de un mes nos cortó una montonera de leña para echarnos un cable a los pardillos de ciudad (y aún pobres, sin motosierra).
- Pero eso que queda, ¡es mucho si lo comparamos con lo que sucede en otros lugares!- aseguramos Rubén y yo, que no hemos encontrado anteriormente un entorno en el que ningún desconocido te haga algo porque sí, sin interés de "cobrarlo" más adelante de alguna manera.
- Hombre, si comparamos así, a lo mejor aún queda algo de aquella generosidad, de esa manera de hacerlo todo en equipo- concedieron los 3 hombres - pero vamos, esto no es nada. ¡Si hubiérais visto lo de antes...!

Y evocaban con cierta nostalgia cómo todo el pueblo se movía a una para los trabajos más pesados, trabajos que, además, eran comunes a las vidas de casi todas las familias.
Pero realmente la impresión que hemos recibido nosotros, como "nuevos" en el pueblo, ha sido diferente. Como no conocemos lo de antes, nos parece que aquí la generosidad aún abunda. Y es una generosidad que nos parece increíble que exista en estos tiempos, en pleno siglo XXI. A mí, por lo menos, hasta ahora casi nadie me había ayudado nunca en nada, ni mucho menos en tareas farragosas y pesadas como cortar leña, salvo que fuera un familiar (¡y directo!), algún amigo excepcional (de ésos de "toda la vida" o casi) o alguien que esperaba de mí alguna clase de favor. Es decir, si cuento las ayudas numéricamente, exceptuando esos amigos, el resto de gente me ayudó para congraciarse conmigo y, así, recibir un trato especial de mi persona, o un "pago" posterior a cambio.

En cambio, aquí, en menos de dos años, son varias las personas que han tenido gestos de generosidad que me han asombrado desde el primer momento. Hombres y mujeres se han acercado con regalos (frutas y verduras, por ejemplo), aún sabiendo que yo, recién llegada, una perfecta desconocida, y con muy poco que poder dar, o más bien nada, no tenía con qué devolverles el favor.

Luego, ha habido otros favores y gestos de generosidad, consistentes por ejemplo en ciertas ayudas con las tareas de la leña, que resultan cruciales en este pueblo, pero de las que desconocíamos en principio prácticamente todo. Pero es que me han ayudado hasta cuando trabajaba en la Residencia de Ancianos, pues muchas de las propias compañeras me echaron un cable cuando iba ahogada con el trabajo. Otras veces me preguntaban si necesitaba ayuda, porque me veían apurada y que no había terminado cuando ya era la hora de irme, y si yo les decía que no hacía falta que se molestaran por mí, muchas veces las oí decir:
- ¡No pasa nada! Entre compañeras hay que ayudarse.

Al principio no me lo acababa de creer. ¡No estaba acostumbrada a que nadie ayudara así como a un desconocido! Sí, desde luego no se puede esperar recibir esta ayuda por sistema y siempre por la cara. En casa estamos esforzándonos para salir adelante en ciertos temas por nuestros propios medios, aprendiendo, comprando las herramientas necesarias y ¿por qué no?, hasta planeando iniciar una huerta propia en la próxima primavera. Nos gustará hacer lo mismo que los otros hacen en este sentido y tal vez...devolver algún día los favores...si nos dejan.

Pero, pase lo que pase, SIEMPRE recordaremos que cuando llegamos a este pueblo y no sabíamos ni por dónde nos daba el viento, encontramos apoyo y facilidades por parte de algunos "veteranos", quienes nos echaron un cable al darse cuenta de que nosotros no dábamos más de nosotros mismos. Uno hace lo que sabe y lo que puede, y a veces este saber y este poder son muy poco, o inadecuados, para el lugar al cual uno va a vivir. En la ciudad "sabíamos y podíamos", aquí somos los últimos monos y los tontos del final. Es mejor ser realistas y asumirlo, y dar las gracias porque, a pesar de que los del pueblo se dan cuenta de que no llegamos a más en nuestra inteligencia :-P, no se han aprovechado de nosotros, cuando podrían haberlo hecho. Esto les honra. Gracias.

Pero a lo que iba. Que después de evocar con detalles y miradas ensoñadoras los tiempos antiguos en los cuales tantos trabajos se hacían comunitariamente, tanto si eran trabajos obligatorios como caprichosos, unidos todos en una especie de espíritu de buena vecindad, Andrés, David y Gerardo se quedaron en silencio, como reflexionando.
Entonces Gerardo nos dijo:
- Pero ¿sabéis qué? La culpa de que todo eso se perdiera la ha tenido la Tv.
- ¿La TV?
- Sí, la Tele, porque antes la gente se iba a casa de uno o de otro, y estaban hasta las tantas charlando. Hoy en casa de éste, mañana en casa de aquel...qué mas daba, entre vecinos se apoyaban, se visitaban. A lo mejor eran las 12 de la noche y aún estaban ahí, junto a la cocina, o en verano en la calle, charlando, compartiendo cosas al final del día. Entonces había una unión diferente. Pero llegó la tele, y ahora cada uno se queda en su casa con la mierda ésa...
- Ah, ya...
- La tele lo jodió todo. Se quedan embobados con eso, a solas, y ya no se viven las cosas como antes, en piña.

Los demás asentían con la cabeza. Era verdad. Rubén y yo callábamos. La verdad es que no nos gusta mucho la tele (y por eso ni siquiera tenemos una en casa), pero tampoco esperábamos encontrar aquí una reflexión tan crítica y tan amargamente certera como ésta. Mira tú por donde, con qué sencillez y claridad había resumido Gerardo el impacto de una de las llamadas "nuevas tecnologías" en el medio rural.

Yo me acordé inmediatamente de un libro que leí hace unos años, titulado "En Ausencia de lo Sagrado", de Jerry Mander. Es una crítica feroz al modelo de civilización que seguimos, basado en crear inventos y tecnologías cada vez más sofisticados, que requieren cada vez más recursos de la naturaleza para ser fabricados, y al mismo tiempo generan unos residuos y basuras cada vez más intragables por la naturaleza, es decir, menos biodegradables, con lo cual se entra en un círculo vicioso difícil de romper. Cada vez se explota más el medio natural, y cada vez se le devuelven más basuras dificílisimas de degradar (y a veces altamente contaminantes), todo porque sentimos que "necesitamos" todas estas tecnologías, pues estamos convencidos de que son "el bien" y que ir hacia adelante y progresar es asumirlas. El autor se pregunta si esto es una verdad o se trata sólo de una ilusión, una especie de auto hipnosis colectiva, una locura en la que hemos caído todos y que está destruyendo nuestro medio natural y más cosas.

Bueno, el libro tal vez peca de cierta tendenciosidad, pero dice unas cuantas verdades incuestionables. En él se recogen estudios sociológicos hechos en diversas comunidades indígenas del mundo, tras la introducción, en ellas, de las "nuevas tecnologías". El resumen es que a lo mejor no es oro todo lo que reluce, y que la tecnología en sí misma no siempre mejora tanto la vida de la gente como se cree.

Y aquí es donde enlacé con lo dicho en la conversación del bar, porque en el libro se habla de varios estudios acerca del impacto negativo que ha tenido la TV en diferentes partes rurales del mundo. Donde antes la gente vivía más o menos feliz, ahora muchos se siente desgraciados porque se comparan con las familias ricas que se ven en las series; donde antes se vivía en comunidad la mayor parte del día, ahora muchos se aíslan en casa para ver cosas que suceden en zonas remotas del mundo, perdiendo mucho contacto con lo cercano; donde antes la gente se distraía en su tiempo libre haciendo deporte, cazando o jugando con otros, ahora se quedan metidos en el sofá o en sillas, pegados a las pantallas, engordando y perdiendo salud...En definitiva: los estudios que el libro recogía denunciaban la aparición de problemas emocionales, físicos y hasta mentales debidos a la introducción de la televisión en los hogares.

Gerardo no debe haber oído hablar en su vida de ese libro, pero no le hace falta. Ha observado la realidad y lo ha visto claro. Algunos, necesitamos años de estudios y sesudas lecturas para enterarnos de lo que pasa en el mundo. A otros, les basta con quedarse callados, mirando lo que pasa ante sus narices. Son las ironías con las que me topo viviendo aquí: después de tantos años de estudiar y de vivir entre gente que tanto intelectualiza todo, me doy cuenta de que todo eso no es imprescindible. Al menos, a muchos no les ha hecho falta para llegar a las mismas conclusiones. La única diferencia entre Gerardo y yo ¿cuál es? Que yo , ahora, "filosofo" en internet acerca de ello con largas frases y citas de libros sofisticados, y él no. Pero ya ves, ni falta que le hace.

David, Andrés y Gerardo hablaron de más cosas que tal vez cuente en otra entrada, pero ésta ya la termino. Cuando marchamos después a dar nuestro paseo matinal, Rubén me dijo:
- Me acuerdo de mi abuela. Ella siempre decía que la televisión era cosa del demonio.
- ¿Sí? Caray con tu abuela.
- Decía: "Això és cosa del dimoni" (=esto es cosa del demonio).
- A lo mejor intuía los cambios que la tv traería en la vida de mucha gente.
- Seguramente. Y, como no le gustaban, lo resumía en decir que era "cosa del demonio", porque notaba algo que le parecía malo.

Pero la televisión no parece que vaya a desaparecer, sino que cada vez está más presente en todas partes. Rubén y yo nos quedamos en silencio. Tal vez los amigos del bar tenían razón, y los tiempos de la Antigua Generosidad habían llegado a su fin. Lo que contemplamos en este pueblo hoy, entonces, no serían más que sus últimos restos, el último brillo de una luz que tal vez desaparezca del todo muy pronto...y quién sabe si reaparecerá. ¿Seguirán las últimas generaciones el camino marcado por sus mayores?

La cosa da que pensar, y el tema del uso de las nuevas tecnologías y su posible impacto en las pequeñas comunidades rurales es controvertido y casi infinito. Podría hablar de ello la tarde entera, me tienta, pero no lo haré, je, je ;-). Me detengo aquí, dejando que cada cual saque sus conclusiones...
...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí hace pensar, sí.

Me ha recordado mucho una conversación con mi abuela que comentaba en esta foto. Una vez le pregunté qué cosas, a su parecer, habían cambiado más en su casi un siglo de vida, y qué era lo que más le sorprendía.

Esperaba que me dijera, no se, la tele en color, los aviones, el aire acondicionado,... pero nada de eso le llama la atención, lo ve normal, un paso en la modernización. Y me dijo:

- La gente. Antes todos eramos más buenos y más felices. Nos ayudabamos unos a otros, trabajabamos duro y viviamos contentos. Hoy nadie ayuda a nadie, todos vais con prisa, a lo vuestro, y ni saludais, teneis de todo y nunca teneis bastante, siempre preocupados, nunca riendo...

Marta de Paz dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Me da qué pensar que también tu abuela añorara lo mismo...Sin embargo, me pregunto si en todas partes fue igual o esta zona fue algo especial en este sentido "comunitario", ya que en otras zonas rurales diferentes y muy distantes entre sí, he oído decir claramente a los viejos que no añoran nada de los tiempos de antes, que hoy se vive mejor en TODOS los sentidos, y que si los hijos y nietos se largan cuanto antes (y cuanto más lejos) del pueblo, y no vuelven, mejor para ellos.

Pero ya que andas por aquí, aprovecho para invitarte a participar cuando quieras en este blog, (si te apetece, claro está). Fotografías, historias, anécdotas...cualquier cosa es bienvenida en un lugar que es para los Hijos del Teleno.

Saludos :-)

Marta

Juanjo dijo...

Conocí el blog a partir de una foto publicada ("plantel") y desde entonces lo sigo porque me gusta tener noticias de esas tierras.

Gracias por la invitación, si se me ocurre algún aporte interesante te lo haré saber.

Un saludo,

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Juanjo

Anónimo dijo...

Será que tiene que ser así...