viernes, 5 de diciembre de 2008

La Atracción del Bosque

(El bosque de Tabuyo al atardecer, un placer para los sentidos. Fotografía de Marta de Paz)

Cuando decidí venir a vivir aquí recordaba que Tabuyo tenía un bosque importante, porque había andado por él de paseo siendo muy niña. Pero como habían pasado muchos años y no estaba segura de si las cosas seguían estando como estaban, quise asegurarme. Por un lado, encontré en internet la página del Ayuntamiento de Luyego, con cada pueblo detallado, y pude ver que sí, que el bosque seguía estando ahí. Por otro lado, realicé un brevísimo viaje con un amigo en el mes de marzo para ver in situ cómo estaba el pueblo.

Así que vine en plan detective y de manera anónima, en un coche gris que se limitó a dar una vuelta rápida por las calles del pueblo y a salir enseguida hacia el pinar. Una vez ahí, mi amigo y yo nos separamos y deambulamos en solitario, para tener una impresión de cómo sería vivir aquí. Y es que uno de los factores que más me inclinaron por Tabuyo, y no por algún otro pueblo de los alrededores, era precisamente el bosque. Siempre me han gustado mucho los árboles, y en el anterior pueblo donde estábamos no se podía decir que hubiera muchos. Y los que había, eran casi todos frutales de cultivos intensivos. El paisaje era bonito, pero tan civilizado que no me daba la sensación de estar en plena naturaleza, sino en la gigantesca macro huerta de una gran ciudad. A pocos km de distancia, la autopista cruzaba las colinas, y su sonido constante se oía por todas partes, como un rumor lejano. Muy a menudo, el cielo estaba cubierto por una neblina gris. Yo quería otra cosa.

Así que mi amigo y yo, como dos auténticos forasteros de ciudad, anduvimos por el bosque como atontados, en silencio. Me senté un rato en el suelo y miraba para todas partes: ¡qué cielo mas limpio, qué bien olía el bosque, cuántos caminos se veían abiertos para dar mil paseos, y ...ostras, CUANTOS ARBOLES!. Je, je, debimos de despertar la curiosidad de algunas mujeres que a esas horas daban su paseo hasta la presa. Seguramente se preguntaron: "Qué harán esos dos con el coche ahí parado, sentados en el suelo, con cara de colgados?".

Pues nada, estábamos sencillamente contemplando, sintiendo, saboreando el lugar. Los que lleváis aquí viviendo toda la vida, o muchos años, tal vez ya estéis acostumbrados, pero no sabéis lo que se siente viniendo desde fuera al ver tanto árbol junto, sobretodo si uno viene de zonas mucho más secas, y ya no digamos si uno ha vivido décadas en una gran ciudad (como era mi caso, pues viví 20 años en Barcelona antes de decidir marchar al campo e intentarlo en un pueblecito de Tarragona).

La impresión fue tan positiva que exactamente dos meses después de aquella fugaz y silenciosa visita, en la que ni siquiera hablamos con ningún vecino, me trasladé a este pueblo. Mientras tanto, los amigos que iban a venir conmigo y yo habíamos hecho otras averiguaciones, como por ejemplo si había aquí casas de alquiler (factor decisivo para nosotros). Y aquí estoy. Y todavía no me he cansado del bosque. Eso sí, ahora puedo decir que hay otras razones importantes para que esté contenta de haber tomado esta decisión, como la gente de este pueblo, y piense que, aunque el futuro no se pueda saber, me parece que tengo Tabuyo para rato.

Pero lo que quiero expresar con estas anécdotas personales es algo para la gente de aquí. De verdad que me parece que no se hacen la idea de cómo se percibe este lugar cuando vienes de la ciudad. A veces aún me asombro de que, en esos días en los que la naturaleza es un espectáculo y el buen tiempo acompaña, no estén todos los tabuyanos en masa fuera de casa, en el bosque o en los campos, disfrutando de la visión, de la fragancia, de los cantos de los pájaros o el rumor del viento, de todos los sentidos en definitiva. Y es que claro, no me acuerdo de que esta gente lleva aquí toda la vida, o casi. Están acostumbrados.

No hace mucho, me fui con mi pareja a comer al bosque. Es algo que hacemos de vez en cuando, si el sol acompaña. Salimos así porque sí, porque nos apetece sin más. En lugar de sentarnos a comer en la cocina, nos llevamos la comida en una fiambrera, el pan y el postre, y nos vamos a sentar a cualquier rincón apacible, que los hay por todas las esquinas. No hace falta complicarse ni ir lejos, porque la belleza y la tranquilidad están por todas partes. Así estábamos un día, cerca de los molinos, ya cascando las nueves del postre, cuando pasó por allí un chico del vecindario que venía de buscar setas (otro interesante atractivo de este bosque, por cierto). Le hizo gracia vernos ahí, y nos dijo:
- Vaya, hacéis lo que nadie hace.
- Ya. Supongo que aquí están acostumbrados.

¡Y supongo que nosotros seguimos siendo "de ciudad"...! No lo sé. Pero quería compartir esto para que a la gente le quedara claro que el bosque de Tabuyo no sólo sirve para ir a trabajar a él, ocupados en tareas forestales o buscando setas. El bosque de Tabuyo es un importante atractivo para el turismo, por ejemplo, por el mero hecho de ser bosque, y de hecho podría serlo aún más. Hay más valores en el bosque aparte del dinero que se puede sacar de él con actividades prácticas, y uno de ellos es el poder de atracción que puede ejercer sobre muchas personas, como sucedió conmigo y con mis amigos. De estas personas, muchas serán turistas, pero ¿quién sabe?, puede que algunas pocas sean posibles futuros habitantes de la zona.

Ahora que se habla tanto de despoblación rural y de la necesidad de inyectar nueva vida en los pueblos para que no se mueran, tenéis que saber que tener un bosque así es un factor indiscutible que suma puntos a favor para esta zona. Por lo tanto, es una razón más para seguirlo cuidando como se ha hecho hasta ahora, y más. El bosque es una inversión segura para el futuro, porque pase lo que pase, y por mucho que cambie la vida, el ser humano seguirá buscando la naturaleza, aunque sea para ratos. A fin de cuentas, salimos de ahí...aunque muchos lo hayan olvidado.
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