miércoles, 3 de diciembre de 2008

San Miguel en la Ermita de Tabuyo


Hoy me apetece hablar de la figura de San Miguel que hay en la ermita de Tabuyo, esa pequeña iglesia que se utiliza cada día para la misa. Y es que me ha dado por pensar en esas cosas que, de tanto estar ahí nos hemos acostumbrado a verlas y casi que ni miramos para ellas.

Pero es que tener una ermita dedicada a San Miguel y a Santa Bárbara no es poca cosa. ¡Menudos son, los dos! A mí me caen bien, oye, porque son de esos santos que reúnen dos cosas que me gustan: una, que son protectores y tienen fama de ayudar al personal en casos urgentes; dos, que tienen carácter y no se andan con tonterías. Pero de Santa Bárbara ya hablaré en otra entrada, que lo merece por sí misma, y además mañana (4 de diciembre) es su día, para quien no lo sepa.

Y bueno, pues aunque a las nuevas generaciones, que tal vez sean las que vayan a ver este blog en internet, lo de los "santos" les suene a música celestial, la cosa tiene su importancia. Y es que para los antiguos antepasados que vieron construir la ermita, era importante elegir bien a quién se la dedicaban, qué imágenes ponían en ella y, en definitiva, a qué clase de protectores o figuras benefactoras iban a encomendarse. A fin de cuentas antes se iba más a misa, y la gente tenía la costumbre de rezar no sólo a Jesucristo y la Virgen María, sino a los santos, que para eso los ponían ahí, representados con estatuas. Entonces, es importante saber que la veneración a los santos protectores de un pueblo forma parte de la herencia que recibimos los que hoy vivimos ahí, seamos creyentes o no, tengamos sus gustos o no. Una iglesia es como la casa de los abuelos, o de los bisabuelos, o de los retatarabuelos: te puede gustar más o menos, puedes entusiasmarte con sus muros de piedra roja o encapricharte en reformarla forrándola de mármol rosa, pero para lo esencial es lo mismo. Los cimientos no los puedes cambiar, y la estructura principal tampoco. Elige qué haces con eso, pero es lo que te ha tocado, ahí está y es una riqueza que habrá que administrar.

Del mismo modo, San Miguel (y otras devociones) son algo así como parte de la herencia espiritual de las familias que vivieron aquí, algunos de cuyos descendientes aún siguen en este pueblo. Sin lugar a dudas, cuando trajeron la talla de Miguel al pueblo le rindieron honores y mucha gente le pidió alguna clase de favor, convencida de que recibiría ayuda. Fue como recibirlo en la familia y decirle:
- Ahora eres uno de los nuestros, ¡a ver cómo te portas!

¿Y qué clase de ayuda le pedían? ¡Ah, pues una ayuda básica y de no poca importancia! Resulta que Miguel es el ángel con más fama de pincha-demonios de todo el santoral, el ángel especializado en deshacer los asquerosos líos y trampas que la suma maldad puede tejer alrededor de uno. Al margen de que hoy la creencia en el diablo sea algo cuestionable para muchos, todos estaremos de acuerdo en que...Bueno, tal vez el demonio no sea exactamente lo que dicen ni como lo pintan, pero que hay maldad y retorcimiento en el mundo, pues sí, y que a veces uno se ve metido en unos malos tragos que para qué, pues también. ¿Quién no ha vivido esto en sus propias carnes? ¿Quién no ha pasado por problemas familiares o personales debidos a la maledicencia, las envidias, la avaricia...o ha experimentado cosas más graves como ser víctima de un crimen?

A los antiguos antepasados que pusieron ahí a San Miguel no les cabía la menor duda: el mal existía y, si había por ahí algún ángel que, espada en mano, pudiera hacer algo eficaz y contundente al respecto, pues ¡hale!, a ponerle velas y a rezarle. Eran prácticos. Una cosa es el amor maternal de María, otra cosa es el "amar a los enemigos" predicado por Jesucristo, pero...
"Bueno, todo eso es muy bonito- se dirían seguramente los antiguos- pero si te están fastidiando a base de bien, que no ves ni por dónde te llueven los palos, te encuentras fatal y no levantas cabeza ni a la de tres, entonces...¿qué tal repartir un poco de leña? Sin hacer daño a los buenos, ¿eh? ¡Pero es que esto no se puede sufrir! Un poco de justicia, por favor. Así que si San Miguel, que dicen que no se le escapa una y tiene una puntería implacable, sabe cómo arreglar esto, pues por favor que haga algo".

Creo que la gente de aquí, acostumbrados como estaban a luchar muy duramente para sobrevivir, no estaban para muchas gilipolleces, hablando en plata, y de ahí que lo tuvieran muy claro para elegir los dos santos de la ermita de Tabuyo, porque son santos para que se arreglen las cosas, no para sólo bla-bla-bla. Sí, los historiadores me van a decir que la devoción a San Miguel y Santa Bárbara empezó en toda la Edad Media y se difundió por toda Europa, y que no hay nada de especial en que Tabuyo los tenga ahí, juntitos y frente por frente en su ermita. Pero me da igual, para mí significa algo, y es que este pueblo siempre fue de gente práctica, gente de acción que valoraba el valor de defender lo propio y de proteger la vida en las peores circunstancias.

El cura del pueblo, Don Tomás, le cuenta a todo el que lo quiere oír que la cabezota del demonio que se ve en la talla de San Miguel, toda desconchada y rota, está así de deteriorada porque en la catequesis, tanto les contaban a los niños lo muy malo que era el demonio, que luego iban para allá y le hacían perrerías. ¡Todos a pegar al malo! No sé si será una exageración, pero me parece muy demostrativo del mismo espíritu práctico, como si los niños se dijeran:
- Bueno, San Miguel seguro que estará currando en su oficio, pero por si acaso yo voy y le ayudo, para que el diablo pueda menos, y para que se vaya enterando de que aquí no le tenemos miedo.

San Miguel arcángel representa a aquello que ve el mal, sabe en qué anda ocupado y lo conoce tan bien que sabe cómo pararlo. En la talla que tenemos en Tabuyo, además, Miguel sonríe, como si para él todo ese asunto fuera pan comido y le estuviera diciendo al malo:
- Tú quieto ahí y no te pases un pelo, que ya nos conocemos. Como te muevas, no lo cuentas.

El pobre diablo ahí se queda, fastidiado y achantado contra el suelo, mirando al frente con su rostro desfigurado por los golpes de los niños, como si dijera:
- ¡Mecagoendios, con los tabuyanos hemos topado! Mal sitio elegí para intentar nada. Por si no tuviera poco con la paliza que me está pegando el pesado de Miguel, encima me humillan los niños, ¡qué pueblo!

Y ahí siguen ambos dos, en el altar derecho de la ermita, representando con sus gestos delante de todo aquel que quiera darse por enterado que, por mal que vayan las cosas y daño que hagan algunos, el brazo de la justicia divina es más largo que nada, si se sabe pedir adecuadamente su intervención...y si se le mira al mal a la cara y sin miedo, como aquellos niños espabilados.
...

P. D: Opiniones personales aparte, a aquel al que le interese el arte, debe saber que la Ermita de Tabuyo, situada en una céntrica plaza del pueblo, guarda valiosas muestras del arte religioso barroco. La más destacada es una talla de Nuestra Señora de las Angustias, restaurada el año pasado, de la cual espero poder colgar aquí una foto (con su correspondiente artículo inspirativo, o lo que surja) dentro de poco. Ah, y la fotografía que preside esta entrada es de la talla de San Miguel, "nuestro" San Miguel y no cualquier otro. Para que conste.

1 comentario:

rosa dijo...

NO HAY QUE OLVIDARNOS DE LA IGLESIA DEL PUEBLO QUE TAMBIEN POSEE UNA GRAN RIQUEZA ARTISTICA...
(La iglesia de Tabuyo del Monte fue construida a lo largo del siglo XVIII. Se trata de una iglesia parroquial de Santiago y Santuario del Santísimo Cristo.)
jajaja aunque seguro que ya has hablado de la iglesia y yo no he llegado todavia a ese capitulo